Julián Crenier / José Antonio Rodríguez
[Primero habla el hijo del fotógrafo Armando Salas Portugal a un cuarto de siglo de su partida para darnos a conocer el meticuloso archivo que está construyendo para conservar la memoria artística de su padre. Después, el mayor crítico de la fotografía en México nos centra en el trabajo que puso en un cuadro de honor a Salas Portugal…]
México, 31 de enero (Notimex).— Este año se cumple el 25 aniversario del fallecimiento de uno de los fotógrafos más importantes que ha dado México: Armando Salas Portugal (Monterrey, 1916 / Ciudad de México, 11 de enero de 1995), cuyo legado sigue vivo a través de la fundación que lleva su nombre.
Armando Salas Peralta, su hijo, accede a una entrevista con Notimex para hablar acerca del trabajo de la Fundación Armando Salas Portugal, los proyectos que tiene a futuro y, sobre todo, del acervo fotográfico que dejó su padre, quizá el testimonio visual más importante del país:
—La obra de Armando Salas Portugal es un registro histórico muy particular de un personaje que se interesó, en varios aspectos, por la construcción de la identidad de este México, donde tuvo varios caminos que recorrió en su búsqueda fotográfica.
El acervo fotográfico de Salas Portugal data de 1936 y se extiende hasta 1994, un año antes de su muerte:
—La colección está dividida en diversos fondos, como el de Paisaje y el de Arqueología, que es la aproximación que hace no desde el documento del arqueólogo, sino desde el paisajista que llega a estos lugares tan inhóspitos: estoy hablando de su primer viaje a Yucatán en 1946, o a Chiapas en 1949. Él está interesado en describir y lograr imprimir en una placa este diálogo entre el tiempo, el vestigio y el pasado dentro de su entorno paisajístico.
“Está otro fondo que tiene que ver con el paisaje antropológico [Fondo México Eterno], que son todos los personajes que habitan los pueblos donde está representada la arquitectura vernácula. Incluso pueblos que ya no existen. Lo que busca es expresar la coexistencia del hombre ante la inmensidad del paisaje”.
La modernidad
El archivo cuenta con otros tres fondos, entre los cuales destaca el de Fotografía Abstracta: una colección de fotografía experimental que data entre 1968 y 1972. También está el Fondo Documental, que reúne retratos de él, autorretratos, fotografías familiares, con sus amigos, y durante sus viajes y expediciones. Estas imágenes muestran las diferentes etapas de la vida del fotógrafo. Pero Salas Peralta tiene claro cuál es el fondo que ha tenido mayor alcance entre el público:
—Considero que el fondo que ha sido más difundido es el que está relacionado con la arquitectura. Salas Portugal dio a conocer en el mundo la obra de personajes como Luis Barragán, con quien tuvo una relación intensa. El arquitecto era conocido en México, pero todavía no se difundía su obra a nivel internacional. De este fondo hay muchos arquitectos de mediados del siglo XX. Con él nos muestra de una manera muy interesante, a través de estas imágenes, cómo se construye la identidad del México moderno. Esta idea del modernismo, de construcción, de verticalidad, de concreto, de progreso, que es muy acorde al momento que le toca vivir. A Salas Portugal le toca una época muy importante porque su actividad fotográfica la inicia a finales de los años treinta, y todavía a principios de los cuarenta le queda un resabio de ese México eterno y antiguo que va desapareciendo en su fisonomía, poco a poco, y se va desintegrando para crear una nueva identidad: la construcción de este México que evoluciona, donde hay grandes proyectos de obras públicas, donde hay un enorme interés de abrir al país al turismo. Estos fondos enriquecen mucho esta posibilidad de acercarse y tener una lectura histórica de las formas y la tecnología y cómo se apreciaba visualmente.
—Cuando comienzan a revisar el archivo, ¿ya estaba dividido como lo está ahora?
—Absolutamente no. En 1995 fallece Armando Salas Portugal y sus hijos nos damos a la tarea de enfrentarnos al archivo, el cual estaba guardado en gavetas, cajas, sobres y álbumes. Desde luego que conocíamos la obra que estaba documentada, pero en su magnitud era prácticamente desconocida para nosotros. Digamos que el archivo de Salas Portugal se conoce en un 15 o 20 por ciento, y con eso hemos hecho un gran trabajo de difusión con la Fundación.
Obstáculos y proyectos
La Fundación Armando Salas Portugal ha llevado su archivo fotográfico a distintos recintos mexicanos como el Museo de Arte Moderno, el Museo Nacional de Arte, el Centro Cultural Universitario Tlatelolco, el Museo de Arte Contemporáneo de Monterrey, sólo por mencionar algunos, y ha ido a recorrer el mundo por distintos espacios culturales como el Museo de Arte Moderno de Nueva York, el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, en Madrid, España; el Centre Pompidou de París, Francia; el Museo de Arte Moderno de Berlín, Alemania; entre otros.
—Pero el trabajo no acaba ahí. Las exposiciones son muy importantes, tenemos un currículum bastante presumible. Como archivo privado creo que somos uno de los más activos que hay, y eso gracias a una entrega tenaz de parte mía, de los colaboradores y, fundamentalmente, por los contenidos que hay. Nos hablan instituciones, curadores, editoriales. Hemos tenido contacto con los museos más importantes del mundo, hay planes de exhibición, vienen las conmemoraciones y muchas cosas más.
Sin embargo, teniendo un archivo tan vasto como el de su padre, Armando Salas Peralta relata cuáles son los obstáculos que enfrenta la Fundación y qué planes tienen a futuro y con motivo del 25 aniversario luctuoso de Salas Portugal:
—Después de todo este tiempo que hemos recorrido conservando, digitalizando, catalogando, hemos logrado concretar proyectos de difusión. Eso lleva su ritmo y va para adelante. Esta fecha de 25 años la he vivido de una manera como si hubiéramos dado una vuelta al reloj. Ha sido un viaje larguísimo, ha habido dificultades, como las que tiene cualquier institución privada. Ha habido logros y ha habido mucha algarabía y felicidad. La gente cuando conoce la obra de Salas Portugal se sorprende, se emociona, todo eso son puntos que suman. Sin embargo, en este momento vamos a crear un proyecto que consiste en darle seguridad y condiciones de conservación al acervo. No está en peligro, pero tenemos que tomar medidas muy precisas que requieren de atención y de una intervención profesional. Seguir digitalizando, porque tenemos un 28 por ciento digitalizado de todo el acervo. También seguiremos catalogando. El proyecto fundamental, independientemente de las exposiciones, es la creación del centro de documentación digital de la obra de Armando Salas Portugal. Hacer un proyecto integral que nos pueda arrojar un plan de trabajo de aquí a cinco años, porque no puedes intervenir con acciones pequeñas cuando se trata de un archivo de este tamaño.
“Una base de datos donde están las imágenes con una catalogación nivel uno, que esté conectada a las plataformas digitales de las universidades, que esté como lo solicita el archivo general de la nación, con una catalogación potente y profesional. Para ello se necesitan recursos, hemos asumido la idea de que el apoyo a la cultura no sólo debe provenir del Estado, porque no está como para sostener por cuenta propia la producción cultural de México. Definitivamente apoyan, y deben hacerlo, pero también existe el esfuerzo privado, en este caso nosotros y nuestros colaboradores, y la iniciativa privada a través de un esquema de donación y de conformación de un patronato fijo, variable por proyecto”.
El artista como ejecutivo
A pesar de que no crea que todo el apoyo monetario debe provenir del Estado, Salas Peralta ve con buenos ojos los proyectos que desarrollan las dependencias gubernamentales como la Secretaría de Hacienda:
—Hay un estímulo ahora que festejo, es la gran ventana que ha quedado abierta de apoyo a la cultura en esta nueva administración: el Efiartes. Primero se había pensado como un estímulo al cine, pero ahora ya se abrió a todas las artes. Ahora hasta los que hacen zancos en el Parque Hundido pueden meter su proyecto. Y el artista, en este caso, también se debe volver un ejecutivo. Ya no pueden ser los artistas inmersos en su producción, de esos que les dan las tres de la mañana y siguen pintando. Ahora el artista también debe ser un promotor de su obra. Y no es tan difícil. A muchos yo sé que se les dificulta increíblemente, pero a través de convertirte en un ser ejecutivo de tu propia obra puedes acceder a estos estímulos. No hay garantía que te los den, pero es una ventana muy generosa, muy interesante, a la cual le estamos apostando.
—¿Cómo está constituido el resto del acervo?
—El acervo no sólo cuenta con fotografías, tiene toda una serie de colecciones. Tenemos la Casa-Estudio Armando Salas Portugal, que primero fue de mis abuelos y después, por muchos años, fue el estudio fotográfico de mi padre. En estos mismos espacios sucedían las cosas. Ubicado en el edificio Vizcaya, edificio bellísimo y deslumbrante, ahora funciona como la sede de la Fundación Armando Salas Portugal. También tenemos una colección interesantísima e inédita de los archivos escritos, literarios, de Armando Salas Portugal. El mismo sentimiento que imprimen sus imágenes se puede descubrir en estos textos. Además, curiosamente, él empezó a escribir a los siete años, donde habla acerca de la memoria.
Un migrante en California
Además, dentro del resto del acervo, también se pueden encontrar distintos documentos de trabajo, correspondencia personal, hemerografía, catálogos de exposiciones, documentación de viajes y apuntes fotográficos. Por otro lado, la Fundación cuenta con el laboratorio y el equipo fotográfico original de Salas Portugal, su biblioteca, y varios objetos que reunió a lo largo de su vida como juguetes, estampas, postales y marionetas.
Salas Portugal vivió varios años en Estados Unidos, lo cual marcó su obra y su vida para siempre:
—Como él estudió en Estados Unidos, en el Beverly Hills High School, y luego la universidad en California, se le produce una añoranza por México que salía por sus venas. Y como la vida de estudiante migrante no es sencilla, empieza a extrañar su país. En su imaginario se le vuelve una latencia recurrente. Es por eso que a los 16 años comienza a escribir el diario de su rara y famosa vida. “Estoy sentado en un inmenso prado de Beverly Hills. Recordando las escenas de mi ya lejana infancia. Dejaré una hoja blanca para preámbulos y adornos, porque si no empiezo pronto, se me va a olvidar todo”. Es un personaje que desde muy pequeño estuvo interesado y consternado por el tema de la memoria, porque la desaparición de ella, para él, es la muerte. También se inclinó por la resignificación de la memoria. No fue un fotógrafo que se dedicó al oficio porque le gustaban las siluetas, no. Hay una preocupación por mantener y producir esa impronta frente al paso del tiempo, materializado en sus escritos, en su fotografía, y en su propia vida. Ajedrecista, pianista, perfumista con recetas sumamente interesantes. Siempre hay una exaltación de los sentidos, la sinestesia, y un profundo amor a lo que estaba viviendo.
El paisaje territorial / el paisaje mental
Por José Antonio Rodríguez
Él es un creador un tanto desigual y eso se debió acaso a que su larga práctica en la fotografía dio para mucho. Armando Salas Portugal se forjó sustancialmente en el paisaje en donde, ciertamente, tuvo poderosos logros sobre todo en lo arqueológico. No por nada el hoy desaparecido Centro Cultural Arte Contemporáneo le dedicó una muestra de sus viajes por el sureste en donde las ruinas mayas adquirían una dramática monumentalidad (Los antiguos reinos de México, 1986-1987). Y ello porque fue un persistente practicante de la película infrarroja (trazos metálicos y oscuros, ahí donde había luz solar).
Su paisaje arqueológico se comenzó a ver en Reminiscencia de una expedición a Yaxchilan, ciudad sagrada del primer imperio maya (Editorial Orión, 1966), un viaje que realizó ―al final del periodo presidencial de Adolfo López Mateos― junto con Manuel Hurtado y el editor suizo Max Mittler, a la manera de los antiguos viajeros del siglo XIX, todos ellos en el sureste mexicano. Fue en este tipo de obras en donde Salas Portugal ejerció como testigo de olvidados territorios monumentales o a punto de desaparecer. Y he ahí su obra sobre el Pedregal de San Ángel de 1940-42, de un paisaje abrupto, a punto de dar paso a la cercana Ciudad Universitaria que ya le pisaría sus espacios sólo unos cuantos años después.
Pero en donde el fotógrafo cambió su sensible gramática paisajista es cuando se acercó al costumbrismo de pueblos y ciudades indígenas, porque ahí cayó en lo bucólico ya demasiado sobado y hasta en el folclor: campesinos con sus burros posando; horizontes de casas de madera frente a montañas nevadas; iglesias perfiladas y enmarcadas por nubes; paredes de adobe; atrios arbolados; caminos rurales con los imprescindibles magueyes; animales pastando confundidos con los nopales. Y ni la utilización de su tan recurrente película infrarroja le ayudó (Los pueblos de antes, Chrysler, 1991).
Pero en 1968 un cambio profundo se dio en su obra. Nada parecido se esperaba. En 1968 apareció el libro Fotografías del pensamiento (?) (así con signo de interrogación, Editorial Orión). Una gran experimentación en la cual no llegó a utilizar una cámara y sí la proyección de lo que pensaban una serie de personas; y, así, en colaboración con un grupo de amigos, realizó imágenes abstractas surgidas del pensamiento de cada uno, escuchando sólo música de autores clásicos. Colocaba a éstos en un espacio sumido en la oscuridad. Les solicitaba proyectar su pensamiento sobre la placa negativa para, posteriormente, revelarla. Los resultados eran más un paisaje mental, pleno de manchas luminosas, vertiginosas, “de fuerzas termoeléctricas y fluidos vitales invisibles, que la placa fotográfica nos revela… todo en nosotros ofrece la fuerza vital humana”.
Entonces, todo un experimento que pertenecía más al performance de los ochenta, con resultados en unas imágenes insólitas que no se habían visto en México (acaso sólo en la obra de Nacho López en sus prácticas experimentales). El que este proyecto no haya repercutido con fuerza se debe, acaso, a que 1968 (se señala agosto como el mes en que se conoció) fue un año convulso y se perdió su inusitado valor como una acción estética, plástica, insólita. Sólo por ello Armando Salas Portugal ocupa un lugar especial en la fotografía experimental mexicana. Lo que no es poco.
NTX/JC/JAR/VRP