www.capitaledomex.com.mx

Gabriela Tolentino en el Castillo de Chapultepec

w-full h-auto eagerload wp-post-image
 

*La pintora mexicana recibirá un reconocimiento por la estremecedora originalidad de sus obras Por Roberto Ramos Trujillo México, 22 de enero (Notimex).— Al promediar el año 2014 conocí la obra de la pintora tapatía Gabriela Tolentino, específicamente cuando vino desde Guadalajara a participar en una exposición colectiva en una casa de tezontle virreinal en la […]


*La pintora mexicana recibirá un reconocimiento por la estremecedora originalidad de sus obras

Por Roberto Ramos Trujillo

México, 22 de enero (Notimex).— Al promediar el año 2014 conocí la obra de la pintora tapatía Gabriela Tolentino, específicamente cuando vino desde Guadalajara a participar en una exposición colectiva en una casa de tezontle virreinal en la calle de Donceles, ubicada en el Centro Histórico de la Ciudad de México. Uno de los elementos que con mayor intensidad magnetiza nuestra atención dentro de la complejidad estética de su obra, es el factor de la vertiginosidad relampagueante de su trazo.

      También trama medular de sus obras porque éstas oscilan, literalmente, entre el candor casi propio de huestes celestiales, con elementos erizados de simbología de índole infernal. De una manera extraordinariamente original su temperamento más esencial es ecuménico. Incluso en ella cabe la posibilidad de pensar en la fórmula oximorónica de una espigada heresiarca ecuménica; esta dicotomía de implicaciones teológicas la resuelve en un simple parpadeo: el ensamble de un maridaje entre la vigilia festiva y la pesadilla.

      Uno ve en sus cuadros figuras con protuberancias, sinuosidades y deformidades adiposas; féminas estilizadas con manos de lagartija, doncellas zoomorfizadas, anfibologías con perfiles licantrópicos, pero eso sí, siempre, sus personajes ostentan ojos enormes, incandescentes, con inmarcesibles destellos de epifanía. Disponiendo de una sorprendente agilidad demiúrgica, Gabriela ata en su lienzo el cielo, no sólo con la tierra, sino hasta con la iconografía ígnea del inframundo; no se le puede catalogar de infra porque también es híper celestial. Su trabajo no es onírico, sino de vigilia alegórica.

      En cada cuadro Gabriela se afana en consumar la íntima osadía plástica de mostrar el más elocuente candor de la ternura que, paradójicamente, brota invicta desde figuras de espectros eminentemente teratológicos. Hasta donde sé, nunca ha estado subvencionada, o sea que se ha ganado la vida con el pulso de su propio talento, de ahí que sus obras enarbolen tremolantes la gala y el lujo inefable de la independencia de criterio.

      La han buscado con frecuencia para ilustrar la imagen emblemática de los carteles, y portadas de libros, particularmente los de poesía. La factura de todos sus cuadros representan umbrales que nos conducen al instante hacia dimensiones realmente insospechadas. Con la destreza de sus pinceles ha sabido dilatar los contornos de su espacio, y la radio y la televisión ya la han entrevistado.

      Casi a simple vista se puede distinguir que Gabriela Tolentino goza del don de la pintura, y la naturaleza de su facultad cromática es de una estremecedora originalidad, análoga a composiciones musicales. Este miércoles 22 de enero, alrededor del mediodía, en la sede del Castillo de Chapultepec, recibirá un merecido reconocimiento.

 

 

                     “Aire”. Técnica: Gráfica-Mixta / papel y madera /20

NTX/RRT/AGO/MBS