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La Guarida Nacional: Jalisco

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Tolentino: la rebeldía desde un lienzo Por Mario Bravo Soria [La artista plástica nacida en Jalisco (1977) recientemente recibió la medalla Jaguar Internacional de las Artes 2020, otorgada por la Fundación ISVE Guerrero y entregada en una ceremonia efectuada en el Alcázar del Castillo de Chapultepec en la Ciudad de México…]   Guadalajara, 29 de […]


Tolentino: la rebeldía desde un lienzo

Por Mario Bravo Soria

[La artista plástica nacida en Jalisco (1977) recientemente recibió la medalla Jaguar Internacional de las Artes 2020, otorgada por la Fundación ISVE Guerrero y entregada en una ceremonia efectuada en el Alcázar del Castillo de Chapultepec en la Ciudad de México…]

 

Guadalajara, 29 de enero (Notimex).─ Tolentino, como gusta que le llamen en el ámbito artístico, escondía las manos desde su adolescencia, pues ha experimentado algunas deformaciones en sus dedos al padecer un cuadro de fiebre reumática y problemas en sus huesos. Ocultó las manos durante algún tiempo, pero después se convirtió en pintora y con esas mismas manos, que antaño le hicieron sentir vergüenza, hoy en día a través de ellas se gana el sustento diario y expresa su mundo interno desde los lienzos. Hacer de la necesidad, virtud…

      Desde niña el espejo le devolvía un reflejo que a ella no le significaba algo agradable, como quien encuentra un error, una falla o algo imperfecto. Posteriormente, una vez pasados los años, la fealdad ─así lo asumía ella─ de sus extremidades corporales se transformaron en otro elemento negativo… La crítica durante sus años preparatorianos y universitarios se trasladó hacia los estereotipos y prejuicios construidos en torno a su persona: alguien con sus características físicas no podría ser una artista, quizás pudiera dedicarse al modelaje de ropa o a alguna otra actividad superficial (o alterna a la creatividad), pero no al arte plasmado en lienzos. Y como lo relata en esta entrevista con Notimex, nadie confió en ella.

      Ahí nació entonces la rebeldía que muestra en las temáticas de sus pinturas: cuerpos imperfectos, aparentemente concebidos como errores estéticos… lienzos que evidencian una necesidad de expresar ─y gritar, urgentemente gritar─ algo que no puede acallarse ni un segundo más. Tolentino no desea habitar un mundo en donde el Sol sea la medida para determinar los límites de la creación del artista; ella pretende transgredir tanto desde sus pinturas como también a través de su estar en la vida. Si la mayoría de la gente se queda solamente mirando la apariencia física de la artista, Gabriela Tolentino al final de nuestra charla lanza una advertencia que suena a presagio: aun así, tendrán que mirar más adentro…

 

De la pintura no se vive…

—¿Cuándo vino la necesidad de expresar artísticamente lo que llevaba por dentro?

      —Lo he dicho muchas veces, desde mi infancia hubo cierta contención… en la secundaria no hablaba, entonces el que estés seria y no hables mucho, no quiere decir que no estés escuchando, viendo y percibiendo todo el mundo alrededor. Todo lo que yo pensaba me daba mucha pena externarlo y ver qué opinaba la gente, entonces sí contuve muchísimas cosas hasta que llegué a secundaria y preparatoria, ahí empecé con el arte. Los maestros hacían convocatorias dentro de la escuela y empecé a abrirme”.

      —¿Pero en la infancia no hubo mecanismos para abrirse?

      —Mi papá es pintor y yo lo veía trabajar, pero no era alguien que dijera “toma los pinceles”, así como yo ahora le digo a mi hija: “agarra los lienzos, pinta las paredes…”, él no fue así. Y tampoco asistí a clases de Pintura.

      —¿La madre de usted a qué se dedicaba?

      —A mi mamá le gusta mucho la música y la poesía. Mi papá pintaba, pero llegó un momento en que mi abuela le dijo: “Si te vas a casar y a tener hijos, entonces debes trabajar en algo estable, porque de la pintura no se vive”. De hecho, mi papá me llegó a decir que le daba miedo mi incursión en esa carrera, pues según él había muchos vicios y era algo de hombres.  

 

Habitar en una cúpula

—Realmente hasta la preparatoria fue cuando encontré un maestro [Rubén Andreu], quien literalmente casi “a cachetada limpia” me hizo sacar parte de esa expresión que yo traía. Él identificó varias cosas, me hizo unos apuntes muy interesantes frente a la clase y me dijo: “¿Sabes?, creo que deberías entrar a la universidad”. Empecé estudiando mercadotecnia, hice el primer año, pero me di cuenta que no era lo mío, pues era muy técnico, hasta que nos dieron la libertad de escoger el tema.  

      “Hay una tendencia en mí a que las injusticias me incomoden, pero cuando ocurrían frente a mí no me atrevía a decir algo. Hasta que encontré los lienzos me atreví a hablar, por ejemplo, de la sexualidad abiertamente; asimismo, acerca de que a una mujer no le deben bajar la moral ni tacharla socialmente sólo porque se exprese o experimente un goce. La mujer siempre mantiene la actitud de “goce, sí, pero estando casada y por amor”. Toda esta cuestión de la libertad dentro del mismo amor e incluso desde el poliamor, para mí siempre habían estado reprimidas. Eso me molestaba, porque si yo quería externar mis pensamientos acerca de eso que miraba obviamente iba a ser atacada”.

      —En esa infancia suya había una madre a quien le gustaba mucho la música y la poesía; también un padre que debió dedicarse a otros asuntos más mundanos y terrenales en lugar de seguir siendo pintor… Seguramente eso a usted le produjo un mundo interior interesante, ¿cuáles emociones habitaron su infancia? 

      —Mi niñez fue muy rosa. Ellos construyeron una cúpula en donde nos tenían adentro…  el choque fuerte fue cuando entré a la secundaria y a la preparatoria, porque antes iba en un colegio para niñas; entonces después hubo un choque con el sexo opuesto. De repente me di cuenta de que el mundo no era como me lo habían creado: muy rosa, muy bonito y estructurado; había poesía, música, los libros de mi papá… filosofía… 

      —¿Qué tipo de poesía y literatura?

      —A mi mamá le encanta Amado Nervo, pero mi papá tenía a Tolstoi, le encantaba Rojo y Negro [1830], de Stendhal. Recuerdo que yo tomaba ese libro y muchas cosas no las entendía. Me gustaba leerlas y me llamaban la atención las frases y el tono en como miraba que estaban escritas. Los fines de semana mis papás oían boleros, jazz, música caribeña… no escucharon nunca banda ni otros géneros. En casa había una combinación muy extraña y bonita porque había libertad, aunque nos tuvieran dentro de esa cúpula, pues había cariño y libertad; no se hablaba de sexualidad ni de novios, ya que no existía una apertura completa.

 

Pase de lista: “Tolentino”

—Su segundo apellido es Tolentino, por su madre… ese es su nombre artístico.

      —Al principio de mi carrera encontré muchos prejuicios por ser mujer, y además por ser mujer y un poco bonita…

      —Existen entonces ciertos prejuicios por ser mujer, y una mujer con ciertos marcadores: proveniente de una familia que blindó el mundo interior para que poco entrara del exterior; una mujer con cierta estética física y corporal, pareciera que sigue el camino de su padre porque optó por la pintura, pero también se intuye una negación del padre porque usted artísticamente firma con el apellido materno…

      —Sí [risas], no sabes cómo se ofendió porque él es el pintor. Pero yo no lo escogí así, no me desdije de él, fue muy raro: el primer día que entré a la Facultad de Artes Plásticas en la Universidad de Guadalajara, mi primer maestro era de la asignatura correspondiente a Murales: Jesús Camacho, quien es un hombre muy serio, docto y tranquilo, de repente, durante el primer día de clases, comenzó a pasar lista y cuando llegó a mi nombre, solamente decía: “Tolentino”. En mi vida había escuchado a otra persona con tal apellido que no sea de mi familia. Cuando dijo Tolentino, mi primera reacción fue mirar alrededor para conocer a esa persona con mi apellido… y él seguía nombrándolo con su respectivo silencio posterior.  

      —¡Pero era usted…!  

      —Hasta que me miró fijamente y me dijo: “Gabriela Márquez Tolentino…”.

      —A partir de ahí en el salón todos comenzaron a llamarme así: Tolentino. Ahí cambié la firma, porque la gente me comenzó a ubicar así…  

      —Pero usted también es eso… no sólo la parte paterna sino también la materna.

      —También soy eso. Y, ¿sabes?, hubo otra cuestión. Cuando comencé a trabajar con estos prejuicios hacia mi labor como pintora, realmente en vez de estar en mi escuela de Artes Plásticas, pasaba mucho tiempo en Filosofía, viajé mucho con los compañeros de esa facultad, hice muchos proyectos pues me identificaba mucho con ellos.

 

La primera exposición

—En Filosofía encontré a un amigo que me propuso hacer mi primera exposición,  pero él quería difundir el evento con una fotografía mía para que (según él) se llenara el lugar y le dije que no, pues yo no quería perder mi tiempo y necesitaba saber si el arte que yo realizaba le gustaba o no a la gente. También me propuso otra alternativa: colocar el apellido Tolentino en la invitación, pero acompañado de una fotografía de él para que los interesados pensaran que el artista era un hombre. Le respondí que no deseaba ser pensada como un hombre, pues quería dejar que el espectador decidiera si la obra correspondía a un hombre o una mujer, asexuar la obra y dejar que el público decidiera si le gustaba o no independientemente de esa pequeña diferencia de género.  

      —Pareciera que fue una casualidad, un yerro o un lapsus que su profesor le llamara por el apellido materno, pero al final, o al menos hasta donde se encuentra en el camino de su trayectoria artística, da la impresión de que tal acontecimiento ya lo hizo consciente: artísticamente usted es Gabriela Tolentino y eso marca algo en su biografía, distinto a que si firmara con el apellido del padre…

      —Nunca me identifiqué con el apellido Tolentino pues ningún maestro sabía mencionarlo bien. Me decían de todas las maneras posibles y para mí, que era una niña muy tímida, sentándome siempre hasta atrás del salón, era muy penoso tener que corregir la pronunciación de mi apellido. No me desagradaba el apellido en sí, sino la reacción de la gente frente a la oralidad del mismo…

 

“Soy una falla”

—Era como una falla o un error que constantemente había que corregir…

      —Exactamente…

      —En su obra miro (y no sé si sea casualidad) una especie de fascinación: así como el suicida es atraído por el vacío del precipicio, en su obra noto una atracción por la imperfección, la falla en el sistema, el error…

      —Acabas de decir dos palabras: “falla” y “sistema”. Le digo a mi hija: “¿Sabes?, yo soy una falla”; ella tiene una película infantil en donde al personaje principal le dicen que es una falla del sistema, precisamente, y cuando lo vi le dije a ella: “Yo soy así…”.

      “Tengo muchos problemas: uno de ellos es la dislexia que padezco, tal vez es lo que me mantenía muy atrás en los salones de clase porque yo pensaba que era estúpida. Es muy complicado ver que uno está mirando algo y te dicen que lo real es totalmente opuesto a lo que tú observas, es un conflicto interno muy fuerte que realmente nunca se me trató. Al decir una cosa, pensaba que iba a decir una estupidez… eso me provocaba contenerme constantemente”.

      —Es llevar internamente un juez muy severo…

      —Es muy fuerte, todavía me pasa muchísimo. La ortografía se me conflictúa mucho precisamente por la dislexia; a mi hija le hice que leyera desde antes de salir del kínder. También el idioma inglés se me complica mucho por este acomodo incorrecto que hago de las letras…

 

“Me dolía el cuerpo…”

—Le causa problemas, pero tal situación la hizo su nicho artístico…

      —También te diría otra cosa: tengo dos hermanas (soy la mediana) muy guapas, pero la menor se llevó toda la hermosura. Y de niñas pues a veces somos crueles… ella me decía: “¿Ya te viste tus manos…? ¡Qué feas son!” Yo tengo los dedos torcidos porque padecí fiebre reumática en algún momento, y siempre he tenido reumas y problemas con los huesos, algo heredado de mi papá. Ella me decía: “¿No te das cuenta? Si hubiera un concurso, yo lo ganaría y tú lo perderías… “, claro, igual yo le respondía desde cierta crueldad infantil, era algo mutuo.  

      “Y hubo un momento en que sí me afectó, porque a veces se me brotaban los huesos o se metían de una manera rara, y eso me provocaba cierta deformidad. Me miraba con ciertas deformidades, me dolía el cuerpo… actualmente si estoy en cierta pose pues me genera incomodidades físicas.

      “Le doy gracias al arte porque ahí siento que he encontrado la voz que no tenía. Es muy extraño que yo te pueda estar hablando ahora sin la obra, pues siento que mi obra es la primera que habla y después te puedo charlar acerca de ella. Espero que sea fiel a este interior mío que tiene muchas aristas y bastantes partes oscuras…”

      —¿Existe realmente esta separación entre la obra y el artista?

      —Yo no la siento. Hubo una persona que llegó al taller y me dijo: “No entiendo por qué pintas lo que pintas. No te pareces a tu obra”.

      —Tal vez por fuera no se parecerá usted a su obra…

      —Eso fue lo que le dije, si quieres conocer mi interior es así de complejo, colorido y nutrido, porque de repente sólo necesito el material… el que sea… porque no me estoy casando ni con el acrílico, ni con oleos… el creador necesita sólo un medio para expresarse, no necesita tener los colores más caros ni las pinturas más costosas…

 

“¡Nadie apostó nunca por mí!”

—En cuanto a las tonalidades, he revisado su obra pictórica y noté una primera etapa de su carrera en donde a nivel de tonalidades usted estaba en un registro de grises, como de días nublados… y en la obra más reciente algo estalló.

      —Mi hija. Ella fue el detonante, mi obra era muy grisácea, ocre, con ocres óxidos…

      —Pero eso no necesariamente es algo peyorativo…

      —No, de hecho me encantaba. Pero sí iba hacia la melancolía, hacia lo oscuro… creía que eran colores más serios y tal vez porque estaba en la universidad quería satisfacer de cierta manera a mis maestros, porque sí les daba más por esa tendencia. Entonces con todos los prejuicios contra los que me he enfrentado, porque desde la secundaria los profesores no dejaban de tratarme como si fuera una niña que estaba estudiando sólo mientras encontraba con quién casarse… ¡nadie nunca apostó por mí! Hasta que de repente dije: “Pues vamos mostrando que sí tengo talento…”

      —Usted se halla en estado de rebeldía… aunque tal estado a veces se presenta solamente en un plano defensivo, en contraataque, desde la resistencia… pero no se puede resistir eternamente, también hay que construir el mundo que uno quiere, no siempre puedes permanecer en rebeldía. ¿Cuál es su mundo deseado tanto en las artes plásticas como en la vida de Gabriela Tolentino?

      —Mira, un punto álgido para mí es esta necesidad de expresión a través de la sexualidad, del erotismo de la mujer. A veces veo a las mujeres de los pintores y me parecen etéreas, hermosas, perfectas,  cálidas,  calladas, sumisas de cierta manera dentro de ese halo de mujer “femenina”, y pareciera que si no estás ahí dentro de ese cajón entonces no eres femenina. Y a mí no me gusta ser así, no me gusta que me digan cómo sentarme,  no me gusta que me digan qué debo o no de decir…  cuando eso sucede, entonces pienso en hacer lo opuesto, ahí existe una curiosidad de saber por qué no me lo permiten hacer.

      “Frente a mi padre, tal como estuvo muy estructurada mi familia, es muy difícil ser mujer, presentarse y decirle:

      “—Soy activa sexualmente, tengo una idea sobre la sexualidad y voy a plantearla no solamente para mí o para ustedes sino para todo aquel que vea mi obra.

      “¿No puedo tener fantasías como mujer? Pareciera que al ser mujer y tener fantasías, debo cumplirlas… pero entiendo que las fantasías son eso, fantasías y en esa apertura de repente me atrevo a decir que pienso en dos hombres con una mujer y se desata una polémica. O pintar un falo erecto y mis profesores me decían “si no los quitas y simbolizas, ni vas a vender, ni te van a invitar a exponer ni pasará nada bueno y menos en un estado tan mocho como Jalisco”.

      —Pero la fantasía no siempre se realiza en el terreno material, el arte también estará para sublimar…

      —Totalmente, de hecho hay una parte de la obra en donde presento pocos hombres, a veces los hago muy andróginos, pero tiendo a la admiración del cuerpo de la mujer. Hubo un momento en que dibujé hombres y creo que a la gente le llamó mucho la atención estos falos erectos, eso fue lo que llamó el interés al principio; incluso pensaban que yo era un hombre mayor pintando mujeres desnudas. Cuando empiezo a poner falos o grupos en donde sólo hay una mujer, le llamó mucho la atención a la comunidad gay. Eso me incitó y excitó a seguir, me dijeron que no iba a vender nada, que a nadie le iba a gustar y que nadie me iba a comprar mis obras… no pensé que mi obra fuera tan provocadora, todavía hoy en día la gente me dice: “¿Dónde voy a colgar esto si vienen mis sobrinos y mis hijos”?

 

Esconder las manos

—Usted ha dicho esa frase en donde afirma: “Busco una belleza que conmueva desde su forma más grotesca, desde las deformidades de los cuerpos…”

      —Tal vez exagero, pero lo veía desde niña. Yo escondía mis manos. En la secundaria después mis maestros me comenzaron a inscribir en concursos, gané algunos y me hacían celebraciones. Ahí una amiga mía me dijo: “Tus manos son artísticas”, pero yo me sentía deforme porque mis huesos “bailaban…”  y me dolían. En el arte cuando te metes al alma y das el brinco, sale todo eso: no sólo lo bonito sino también tus traumas, pues mis manos no me gustaban, las escondía…  

      “Pero, para hacer catarsis, ahora lo puedes ver en mis pinturas: ya no las escondo, soy yo, pero las hago referentes de mí. Ya no siento esa vergüenza, sino que hoy en día es hasta una especie de muletilla en la obra, un referente…”

      ─Noto su obra pictórica fundamentalmente en dos registros: tanto en el surrealismo como en el expresionismo…

      ─Tiene una base abstracta que mucha gente no ve, después se anexa el surrealismo y el expresionismo en la pincelada. Los personajes son neofigurativos, es una mezcla interesante porque la verdad es que no tengo interés en seguir una vanguardia como tal, sino buscar una voz y personalidad dentro de lo que a mí me agrada.

 

“El Sol no es una limitante”

Durante la parte final de la conversación con Tolentino, me apetece saber acerca de cuál es su mirada en torno a esta sociedad en la cual vivimos. Y no se registra una sorpresa: su estado de rebeldía lo traslada hasta la estructura misma del orden social, ahí donde se determina cómo es que hombres y mujeres se relacionarán unos con otros. Ella es tajante en sus posicionamientos. Tolentino desde la infancia ha luchado por salir de la cúpula que ella percibe como coercitiva, ello con la intención de habitar un lugar en donde las paletas de colores, los pinceles y las superficies plasmen principalmente una esencia: la rebeldía de pintar desde un lienzo.

      ─¿Cuál es su visión del mundo?

      ─Una de las primeras cosas que me dijeron en la escuela fue: “Todo está escrito bajo el sol”. No voy a vivir en un mundo bajo esos lineamientos, al contrario, pienso que bajo el sol quizás no haya nada nuevo, pero el sol no es una limitante. Simplemente con la palabra infinito me quedo pasmada, las posibilidades tal cual infinitas. A mí cuando me dicen que algo no se puede, pienso en por qué puede haber un concepto como infinito y no puedo creer que yo no pueda encontrar algo más allá…

      ─Parece que le gusta transgredir…

      ─Mucho, ¿has visto esos marcos negros que pongo en los cuadros? Por ejemplo, mi maestra de español y mi papá ponían márgenes rojos a las hojas de los cuadernos, ¡no sabes cómo esa acción me fastidiaba! Hasta que me creó una constante… los necesito ver, pero nada más para transgredirlos, para colocarlos como yo quiero… serán márgenes, pero no derechos sino chuecos y los personajes los van a transgredir, pues si te fijas siempre sale de ellos una mano o un pie…. Es una rebeldía…

NTX/MBS/VRP/JC