ANTONIO MALPICA, LITERATURA BULLANGUERA COMO LOS MEXICANOS
En la literatura de México cabe de todo. Hay novelas, cuentos y hasta poesía seria, de altos vuelos, que se sumergen en temas profundos y obligan a la reflexión. Ilustran, hacen cambiar la forma de pensar de los lectores y llevan a descubrimientos insospechados. También los hay dedicados a los, problemas que el país y el mundo viven en este momento, como la violencia e inseguridad, las consecuencias de daño ecológico o los mundos que anuncian los cambios tecnológicos.
Pero también hay títulos para pasársela bomba. Como en la vida, son muy necesarios ese tipo de textos en los que priva el buen humor, la risa, la carcajada, el desmadre. Imaginemos un viernes en la tarde, se sale de trabajar y alguien puede necesitar algo fresco para el resto de la tarde, el día previo antes del fin de semana. Porque los momentos alegres, anti solemnes de la vida también son necesarias para las personas, sobre todo ante el estrés que domina la vida actual.
Así lo cree también el escritor Antonio Malpica, autor que ha ganado diversos premios, entre ellos el de Novela Breve Rosario Castellanos, el Nacional Manuel Herrera de Dramaturgia, el Nacional de Obra de Teatro para Niños y el Nacional de Novela Una Vuelta de Tuerca. En charla con Litoral, señala que de pronto en la literatura mexicana hay demasiada solemnidad, o mucho rollo político o trágico, que sí es necesario, pero también aparece natural la pregunta: ¿dónde está esa vena cómica que caracteriza a los mexicanos?
En este país somos muy picaros, bullangueros, fiesteros, pero hay quienes opinan que en la literatura no debe ser así, anota al señalar que su más reciente publicación, la novela juvenil Imagina que no hay cielo, la escribió para pasársela bien y que el lector también viviera un buen momento. Que todo se fuera por el lado ligero, con un lenguaje relajiento, relajante, aunque también tiene momentos de reflexión cuando hace falta, como al final, que la trama demandaba pasar a otro momento, en el que se aquietaran las aguas.
Anota que, en ese ritmo, también se valen las licencias literarias por lo que en algunos momentos el autor-narrador le habla directamente al lector para hacer anotaciones, puntualizar hechos e incluso aclararle que se valen las licencias literarias, lo que en teatro se llama romper la cuarta pared, y aclara que también lo hace por ese proceso de despersonalización que tiene el escritor que narra una historia desde una posición omnisciente, pero desde la cual se da cuenta de lo que está sucediendo y se permite emitir una opinión, advertir o simplemente señalar.
Malpica, quien fue el primer mexicano en ganar el Premio Iberoamericano SM de Literatura Infantil y Juvenil, puntualiza que funciona este tipo de estrategias, porque como escritor que está viviendo la historia a ras del suelo ello le hace sentirse liberado, baja la sensación que tienen de llevar la historia a un ritmo y a un término. Baja la omnisciencia, y aunque se sabe que el escritor es el gran titiritero, esas licencias igualmente sirven para humanizarlo.
El objetivo es salir de la solemnidad, soltarse el pelo y hacer ver que en la literatura también hay espacios, momentos para la ligereza, la risa, resalta al anotar que a esta novela la escribió con ese propósito y para alcanzarlo se cuentan momentos graciosos, ridículos, lo que no significa que al momento de hacerlo el escritor se la pase de carcajada en carcajada.
Pero el escritor nacido en la Ciudad de México en 1967 también tiene libros de otro talante, más solemnes, a los que se enfrenta de otra forma, con otras herramientas, porque con ellos son otras las reacciones que se quieren suscitar, mientras que la risa es más gozosa desde que se escribe.
EL CALDO DE CULTIVO
La novela está ubicada en 1995, en una de las mayores crisis económicas que han azotado a país en los últimos tiempos, el llamado “error de diciembre”, por lo que los personajes, Neto y Jocoque, así como el señor Kurtz, deben ingeniárselas para sobrevivir, hacer mil cosas para obtener dinero. La historia inicia en noviembre, porque el objetivo era que el clímax sucediera en diciembre, cuando la historia da un giro sorprendente.
Para Malpica está claro que así es como funcionan estas cosas: se colocan las situaciones de humor dentro de un caldo de cultivo adverso para que haga una reacción química que arranca la risa o la carcajada del lector. Es como una bomba de tiempo, se ponen los ingredientes, fatales e irónicos, y todo explotará a su debido tiempo y como debe de ser.
En el fondo, más allá de las cosas chuscas y los personajes, en la novela estamos los mexicanos, con madres que pueden ser como doña Oralia, hijos o hermanos como Jocoque y Neto, esposas como la del último y conocidos como Pancho Kurtz. Diferentes tiempos, otras las tecnologías, pero el retrato es de los mexicanos: tirando para adelante, tratando de sacar el día a día con esa inventiva que nos caracteriza, la picardía, el esfuerzo y el humor. El mexicano que, así como le gusta (hacer) el drama también, le gusta enmendar las cosas y buscar una solución a todo, alcanzar el equilibrio.
Lo importante es que la lectura se vuelva gozosa. Vale la pena abrir brecha en ese sentido, que los autores se dirijan a ese camino, y más allá de literatura negra o la de la violencia y el narco hay quedarse esta oportunidad.
NTX/LIT19