[18, debuta hoy con nosotros con una ilustración, elaborada especialmente para esta sección cultural, del recientemente fallecido tecladista Carlos Alvarado, misma que nos ha dado pretexto para volver a hablar del músico que partió de este mundo el pasado lunes 13 de enero. Luis Fernando nos presentará cada mes un retrato de una personalidad o una escena cultural dibujada expresamente para esta agencia informativa. En cada ilustración adjuntaremos un texto para acompañarla, ya que ella será siempre la figura protagónica…]
“Uno como músico hace todo lo posible por tocar”
Ilustración de Luis Fernando / texto de Víctor Roura
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Esta es una memoria de principios de la década de los ochenta del siglo pasado cuando la banda Chac Mool grabó, sorpresiva e inesperadamente, un disco en una discográfica transnacional como no había sucedido durante varios años. Causó impacto la grabación, en efecto. De eso hablaba con los músicos en aquella ocasión. Y con la reciente muerte de Carlos Alvarado, tecladista de la banda. La plática habla, por sí sola, de la importancia de aquella grabación.
2
―Sí, hasta ahora el rock se ha proyectado de una manera elitista.
La frase, que giraba sigilosa en la década de los ochenta, proviene de los integrantes del quinteto Chac Mool, de quien la compañía Polygram editara, en enero de 1981, su álbum Nadie en especial, cuya salida en el mercado marcó un punto importante en este género en la producción musical del país, ya que hacía más de un lustro ninguna discográfica se ocupaba, mucho menos se preocupaba, por grabar a un grupo mexicano con esmero y cuidado.
―Sólo ha sido un reducido sector el que ha estado pendiente de lo sucedido en el ámbito nacional ―acotaban los músicos de Chac Mool de la mano de su productor José Xavier Návar.
Eso sólo ocurría en México, porque en Inglaterra o Estados Unidos y en varios otros lugares, el rock era, y es, para toda la comunidad.
―El mayor público se encuentra en la Ciudad de México. En provincia son unos cuantos: la mayoría se dedica a oír baladas o música tropical en la radio comercial.
Consideraba Chac Mool que la radio era la conductora de los gustos individuales.
―Y es que siempre se alega que el rock está muy por debajo de donde debía de estar ―decía el baterista Carlos Castro―, pero la verdad es que nunca los grupos le han puesto mucho interés al asunto, desde el aspecto visual hasta la cuestión auditiva. Todo eso es muy importante para desarrollar un movimiento masivo, cuidar todo detalladamente.
3
―Es que para que exista un movimiento ―intervino el guitarrista y flautista Jorge Reyes― tiene que haber una filosofía, y no sé si esté bien empleada la palabra en este momento. Lo que sí sé es que las ideas acerca de esta filosofía rocanrolera se fueron perdiendo a partir del inicio de los setenta. Mucha gente se cortó el pelo, se enclaustró en sus oficinas y se metió a otras ondas. Eso motivó que los grupos exclusivamente se dedicaran a ellos mismos. No veían otra cosa. No vivían para un movimiento de rock nacional. No hubo una conciencia real en las actitudes sino sólo fue un deslumbramiento individual, de yo la voy a hacer y lo demás no me importa ―declaraba el bajista Armando Suárez.
La principal finalidad al grabar su disco:
―Queríamos hacer algo bueno aquí. Demostrar que sí se puede hacer un disco en buenas condiciones, con buena presentación, con buen sonido y, además, que la música no está a un nivel muy bajo, como siempre se ha visto. Demostrar que en México se puede hacer buena música de rock.
―Ese querer demostrar indica que no ha habido nunca un disco de buena calidad…
―Con la calidad que tiene nuestro disco, sinceramente no la había habido ―dijo el tecladista Carlos Alvarado―. Ni con la producción que se nos hizo. Y es que pasa que nos dieron una total libertad. No se nos puso ninguna traba en la compañía. Hicimos lo que quisimos. Lo que no queríamos realizar era un disco comercial. Nuestra música no es fuera de serie. Sólo grabamos nuestro sentir. Nuestro reflejo. Eso fue todo.
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Aunque, aclaraban con prontitud, sí se habían realizado buenos discos roqueros, pero las más de las veces presentaban fallas, que en muchas ocasiones no era culpa de los grupos sino de la misma compañía que no ponía el suficiente interés en las producciones.
―Por eso nosotros somos los del compromiso con la disquera ―asentaba el bajista Armando Suárez―, porque nos han tratado muy bien y cumplido todas nuestras peticiones. Tal parece que estamos en un sueño.
Aún no vivían de la música:
―Cada quien tiene una profesión aparte. Hasta ahora el grupo no nos ha dado, económicamente, nada. Al contrario, nosotros le hemos dado al grupo.
―Pero con la salida del disco ―comentó el vocalista y violonchelista Mauricio Bieletto― cada uno de nosotros está sintiendo una mayor responsabilidad y una mayor flexibilidad en cuanto a cualquier mínimo problema que llega a presentarse. El disco es un aliento para nuestra carrera de músicos de rock.
Carrera que, obviamente, preferían más que las otras, sin las cuales, empero, no hubieran podido ejercer su oficio rocanrolero.
5
No era sencillo trabajar en el rock, mucho menos grabar un disco. Porque los directores artísticos querían controlar todo, como lo hacían, y lo siguen haciendo, con los músicos de las televisoras. Por eso, de un día para el otro, Chac Mool ya no tuvo permiso para entrar a los estudios de grabación. Por un capricho comercial de la directiva de la discográfica transnacional, tal como lo ha explicado su productor José Xavier Návar.
Y luego se habla de la libertad musical en México…
6
Ya estamos en la segunda década del siglo XXI.
Ahí estaba, como siempre, en el Tianguis del Chopo. Era su coordinador de actividades culturales. Nos acompañó a Federico Arana y a mí hasta dejarnos en el foro trasero del mercado roquero, el más grande, para que habláramos del libro de Arana sobre la historia de Naftalina, el grupo de rock del autor de Las jiras.
―Los tiangueros no están acostumbrados a escuchar ideas, lo que quieren es escuchar rock, nada más ―le dije a Carlos Alvarado.
Sonrió.
―Pero ustedes son ustedes, Roura ―me respondió.
Le dije que no era así.
―El roquero sordo no distingue raciocinios, Carlos ―argumenté.
No era numeroso el público, por supuesto, pero luego de cavilar un momento sobre las peripecias de la música independiente en México se oyó un altanero y conocido grito anónimo en la baraúnda sigilosa entre los corredores del tianguis:
―¡Queremos roooooooooock!
Sabía que esto pasaría, tarde o temprano.
Abandonamos la mesa y mientras Federico Arana se aproximaba con unos conocidos para platicar acerca de su nuevo libro, Carlos Alvarado y yo proseguimos nuestra charla rumbo a su carro, porque quería que yo escuchara sus grabaciones solistas.
―¡Qué difícil está la situación de enmendar el camino roquero de las grabaciones! ―le dije a Carlos.
Afirmó con la cabeza.
―Pero no lo dejamos, uno es terco ―dijo el ex tecladista y fundador de Chac Mool.
Carlos Alvarado tenía experiencia como director de la banda Vía Láctea, uno de esos conjuntos que, en su momento, durante la década de los ochenta ―cuando el rock aún estaba prohibido en el país―, exploraba con los sonidos progresivos del rock cuyas efigies entonces se centraban en bandas como Pink Floyd, Genesis o Emerson, Lake and Palmer.
―No es fácil, pero uno como músico hace todo lo posible por tocar su música ―dijo Alvarado.
―Extrañarás a Chac Mool ―dije por decir.
Suspiró.
―Fue un momento de mi vida, sólo ―agregó, enfático.
Y nos dimos un abrazo de despedida. Esa vez me regaló dos discos suyos de exploración sonora.
Nunca más volvimos a vernos, lamentablemente.
NTX/VRP/JC