WASHINGTON, DC.- La segunda jornada de la primera ronda de negociaciones del proceso de renovación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) transcurrió sin mayores sorpresas.
Si bien la renegociación misma obedeció a una lógica político-electoral, la implementación de la misma se ha hecho con una seriedad técnica y a través de la participación de profesionales y especialistas que otorga cierto nivel de certidumbre al proceso.
Como todo el mundo sabe y casi todos aceptan, durante la campaña -primero por la candidatura republicana y después por la Presidencia de Estados Unidos (EU)- despotricar en contra del tratado rendía y rindió importantes réditos políticos a Donald Trump.
Culpar al tratado de la pérdida de empleos, especialmente en los sectores manufacturero y automotriz, generaba simpatías hacia el magnate inmobiliario neoyorquino.
Sin embargo, lo que resultó en su momento fácil esgrimir como argumento de campaña no siempre es sencillo, o incluso posible, materializarlo en un postura gubernamental coherente.
Uno de los principales objetivos de Trump para cambiar o incluso deshacerse del tratado es el interés casi obsesivo de reducir el déficit comercial de Estados Unidos frente a México y que asciende a 62 mil millones de dólares.
Washington quiere que Estados Unidos le venda más a México de lo que le compra y no al revés como es el caso. Lo cierto es que no es a través de un acuerdo de un tratado en general que esto se puede lograr.
Los equilibrios o desequilibrios en la balanza comercial entre dos naciones obedecen a una lógica económica que parte de las características de la planta productiva de las naciones involucradas, los productos que cuentan con ventajas comparativas, las particularidades de sus respectivos mercados laborales, sus niveles de desarrollo social y muchos otros factores más.
Si el presidente Trump no tiene claro que una cosa no tiene que ver con la otra, sus negociadores, los especialistas de a pie que están en Washington con sus pares mexicanos y canadienses sí lo saben y sí lo entienden.
Eso es lo que se puede concluir al charlar con ellos durante el desayuno o en los pasillos del hotel de Washington donde se está desarrollando esta primera ronda de renegociaciones del TLCAN.