Dicen que de un apodo nadie se salva, de tal suerte que en algunos casos, el nombre “original” de la persona se utiliza únicamente en papeles de identificación oficial, para llenar formularios y tramitar el pasaporte, porque entre amigos, familiares y compañeros sólo tiene validez el sobrenombre
ALBERTO GARCÍA ARRIOLA
Cada país, cada sociedad tiene cierta idiosincrasia, en México dentro de esta particularidad se encuentra la costumbre de poner apodos, motes o sobrenombres.
Se puede asegurar que el apodo forma parte de la vida cultural del mexicano, se usa en todas las clases sociales, en todas las edades, casi de manera instintiva.
A diferencia del nombre de pila que los padres escogen, muchas veces porque les agrada la combinación de los sonidos, porque el nombre les parece interesante o es tradición familiar, el apodo tiene otra razón de ser.
Para poner un sobrenombre se necesita mucho ingenio y capacidad de asociación, porque el apodo tiene un significado, resalta de manera sarcástica un defecto y con eso marcar a la persona.
Durante nuestros primeros años escolares en la primaria tuvimos como compañeros a: “El gordo”, “La güera”, “El negro”, “El cuatro ojos”, motes que sólo reflejaban de manera breve y exacta alguna particularidad del individuo en cuestión.
Ya en la secundaria los apodos encuentran un sentido más complejo y elaborado, de esta forma convivimos con: “El estaca” (está cabrón que crezca), “El rené” (por renegrido), “El poca luz” (utiliza lentes de alta graduación), “La carreta” (con cualquier buey jala), “El bistec” (es un pedazo de animal), “El avión” (no por volar sino por tener los labios gruesos), “El transformer” (alza los brazos y se le salen las llantas), etcétera.
En algunas familias los apodos son hereditarios y como se trata de niños pequeños, el diminutivo que adorna el sobrenombre lo hace gracioso, de tal suerte que a la hija del “Conejo” le dicen la “Conejita”, el hijo del “Pollo” nace con el apodo del “Pollito”.
Para la maestra Eugenia García Robles, especialista de la carrera de Comunicación de la Universidad La Salle, el origen de los sobrenombres se remonta siglos atrás, por ejemplo, en la época de los romanos, en muchos pequeños grupos o comunidades, se repetían algunos nombres, y para diferenciar a cada una de estas personas se les ponían apodos.
“Se podría decir que es universal, en todos los países, en todas las épocas, si uno busca en la historia los apodos existen desde siempre, hay una cantidad impresionante de sobrenombres, principalmente en América Latina hay muchos que no entendemos por ser localismos, apodos característicos de cada país”, indica.
“Otro origen sería una cuestión descriptiva, ¿cómo llamar a la persona que tiene baja estatura, o alguna característica física que sobresalga?, a quien es muy inteligente o egoísta, incluso para no ofender a alguien, por ejemplo, a una persona que no tiene una mano y no decirle directamente “el manco”, se le puede nombrar “el sinaloa” y quizá eso sea más simpático para la persona sin sentirse ofendido”, indica García Robles.
La docente asegura que esta manera de comunicarse es una tipología semántica, lo cual significa que el apelativo tiene que ver con el significado de las palabras, todo lo que decimos tiene una particularidad, todos los apodos son denominativos, es decir, hacen de nombre particular de una persona y el origen tiene que ver con la comunidad.
“Es una cuestión familiar, económica, escolar, es multifactorial, mucho depende del lugar en el que uno nace. En las comunidades, el mote representa una forma de convivencia, representa la cercanía y el aprecio que se siente por alguien o en algunos casos el rechazo hacia una familia o grupo de personas”, sentencia la especialista.
¿QUÉ ES UN APODO?
Un apodo es un nombre que suele darse a una persona, tomado de sus defectos corporales o de alguna otra circunstancia; o bien, un nombre similar en origen o pronunciación al del nombre original.
Los apodos pueden considerarse a menudo como deseables, y pueden simbolizar una forma de aceptación, pero también pueden estar motivados para despreciar o ridiculizar algo o a alguien.
FILIACIÓN
El apodo crea identidad en un grupo de personas con actividades en común, el mejor ejemplo es el mundo del futbol, donde todos los deportistas cuentan con un apelativo, que en ocasiones define la forma como se desenvuelven en el terreno de juego, como: “El Pata Bendita”, o son heredados como: “El Chícharo” y “El Chicharito”.
HIPOCORÍSTICOS
Son las formas familiares o afectuosas de los nombres propios (por ejemplo, Pancho es un hipocorístico de Francisco).