El amaranto, “el que nunca se marchita”, según la raíz etimológica de su nombre (del griego amarantos), es el alimento vegetal más completo, según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés) y la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos.
Fue calificado por la NASA como cultivo CELSS (Controlled Ecological Life Support System) porque la planta remueve el dióxido de carbono (CO2) de la atmósfera y, al mismo tiempo, genera alimentos, oxígeno y agua para los astronautas.
El llamado huauhtli en náhuatl, tez o xtes en maya o guegui en rarámuri, es una planta que ha sido utilizada por múltiples generaciones de los pueblos originarios.
Constituyó uno de los principales cultivos de la época prehispánica, pues además de servir como alimento, era la planta ceremonial de mayor relevancia para varias culturas.
Al amaranto siempre se le ha relacionado con la mística, ya que se le vincula con leyendas y rituales. En festividades religiosas, las mujeres aztecas molían la semilla, la mezclaban con miel, melaza o sangre de víctimas humanas de algún sacrificio y moldeaban la pasta resultante en forma de estatuas de dioses. Estos ídolos eran después consumidos durante las ceremonias religiosas. Cuando Cortés invadió México en 1519, tales ceremonias eran consideradas como una perversión por la Iglesia Católica y fueron vetadas de la cultura colonial.
Era uno de los productos más importantes en la alimentación, al nivel del frijol y el maíz, por su contenido en proteínas.
El cultivo de la planta que produce granos comenzó en América desde hace 5 mil a 7 mil años, aproximadamente, según la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (Conabio).