Si alguien le pregunta a Joaquín cuál es el recuerdo más vívido, su respuesta siempre es “un chorro de agua helada”. Con más frecuencia de la que él hubiera querido.
Así, entre los seis y los 12 años, Joaquín aprendió a anhelar y perseguir al Sol. Y se preguntaba ¿por qué si el Sol era tan fuerte como para quemarle la piel en 15 minutos, no podía quemar el agua durante la mañana y regalarle un instante de baño caliente?
De esa duda que floreció en Joaquín Domínguez Hernández, ahora estudiante de Ingeniería en Energías Renovables en la UNAM, quien, junto con miles de jóvenes en el país quiere aprender cómo aplicar las distintas energías renovables en México y el extranjero.
A la alza
La cifra de 241 mil millones de dólares –el equivalente al Producto Interno Bruto de Chile, una de las economías más pujantes de América Latina– es la inversión que hizo el mundo durante 2017 en energías naturales y casi inagotables, según el informe anual que publicó la Escuela de Fráncfort junto con la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
Poco a poco, el Sol empieza a salir para todos, en la década de los 80, las energías renovables representaban menos de dos por ciento de todos los energéticos del mundo y hoy el porcentaje ya es de 11.3 puntos con miras a convertirse en un tercio para 2025. En México, hace dos años que el Senado aprobó la Ley de Transición Energética, que establece que para 2050, 60 por ciento de la industria será renovable. Para llegar a eso, las empresas nacionales y extranjeras necesitan miles de jóvenes como Joaquín Domínguez.
Salvador Sánchez, director de la División de Ingenierías en la Universidad del Valle de México, calcula que entre 2005 y 2007 las universidades mexicanas comenzaron a prepararse para el cambio de paradigma en el sector energético. Lo hicieron cuando vieron que las corporaciones globales demandaban talento nacional porque, entre otras cosas, era incosteable traer a expertos europeos hasta México, donde pedían sueldos equivalentes a lo que ganarían en sus lugares de origen, en euros o dólares.
Fue una transición lenta en las universidades. Primero, se crearon carreras técnicas especializadas y, luego, se transformó a las universidades; se añadieron nuevas materias en los planes de estudio, se crearon posgrados para carreras tradicionales y, finalmente, llegó el “boom” en las facultades, donde se estudian planes específicos: Ingeniería en Energías Renovables, Ingeniería en Energías Limpias, Maestría en Ciencias de Energía Eólica, entre otras.
Hoy, esa industria que es dominada en 90 por ciento por la iniciativa privada, crece y la tendencia nos muestra que así continuará en los siguientes años, a pasos realemente agigantados.
Sueño energético
Ahora, si alguien le pregunta a Joaquín ¿cuál es la meta con sus estudios profesionales?, su respuesta es: “Paneles solares lo suficientemente eficientes y baratos para que nadie tenga que bañarse con agua fría”. Su sueño es construir tecnología renovable, limpia, definitiva dentro de una empresa privada que pueda venderle su invento al Gobierno y que éste lo distribuya.