¿Hace cuánto que no te preguntas cuál es el origen de los alimentos que fotografías con el propósito de subirlos a Instagram? Quizás esos sofisticados platillos creados por el statu quo aspiracional que nos encanta retratar para usar el hashtag #Foodiegram o #FoodPorn nos han hecho olvidar que un plato de frijoles y maíz en la mesa resultaba una estampa habitual y económica en la dieta mexicana.
Son muchas las historias, y hasta secretos, que guardan estas semillas ancestrales; lamentablemente, su preservación a futuro se encuentra en vilo porque detrás de las especies más comerciales, muchas otras permanecen desconocidas y a punto de la extinción cuando todavía merecen un rescate oportuno.
Aunque en México se distribuyen y comercializan inmensas cantidades de esta pareja simbiótica, son muchas otras las especies que quedan rezagadas debido al desconocimiento de comensales y hasta de agricultores que se han dejado llevar por las leyes del mercado.
Nadie quiere pagar un precio alto por el frijol, a pesar de todas sus propiedades nutricionales, aunque casi no podríamos imaginar la comida mexicana sin él.
Debido a la poca demanda de los tipos menos conocidos de la leguminosa, los productores, desalentados, optan por abandonar sus parcelas y probar suerte ya sea en las grandes ciudades de México o en Estados Unidos.
Así, las semillas se envasan sin capacidad de reproducirse y acaban condenadas a la desaparición.