Un ambiente en el salón de clases donde imperen la cordialidad, la amabilidad y el buen humor contribuye a mejorar los procesos de enseñanza-aprendizaje, porque la risa “rompe estructuras y abre la imaginación, la mente y el corazón”, afirmó Anna María Fernández Poncela, investigadora de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).
De acuerdo con la investigadora, la aplicación del sentido del humor en la educación ayuda a superar frustraciones, relativizar fracasos, sobrellevar desencantos y desterrar momentos de apatía y desánimo para establecer una buena comunicación, tanto al interior del ser humano como con el entorno donde es realizada la labor educativa.
Esta casa de estudios señala que, lejos de proponer la aplicación de una técnica determinada, la idea es que durante el abordaje de cualquier asunto académico sea generado un clima ameno mediante bromas, chistes o anécdotas relacionadas con la materia.
En el libro “Humor en el aula”, la profesora de la Unidad Xochimilco expone por qué reímos los seres humanos y cuándo esta expresión de la conducta se relaciona con el lenguaje y la comunicación. La también doctora en Antropología por la Universidad de Barcelona señaló que los temas de este trabajo giran alrededor de la comicidad, el humor y la risa, con los propósitos de acercarse a los conceptos básicos de esta “manifestación externa” de las personas.
Además, plantear puntos de los beneficios que se le atribuyen para la salud y el bienestar en general, en particular en los campos de la educación y la terapia. El recurso del sentido del humor, añadió, funciona en las relaciones alumno-profesor y alumno-alumno “porque si bien el entorno en que vivimos, incluso aquí en la universidad, a veces no todo es agradable, deberíamos permitir que esa expresión nos sirva de terapia para ver la vida un poco mejor y no quedarnos en el enojo”.
Finalmente explicó que esta estrategia está enfocada en alumnos de nivel medio profesional y profesional.