Acababa de sonar la alerta sísmica del simulacro con el que se suele conmemorar el aniversario del terremoto del 19 de septiembre de 1985, por lo que cuando detecté un par de horas después que todo se movía a mi alrededor, lo primero que pensé fue: “esto no puede ser”.
Como pasa desde hace 32 años, mi mente comparó la fuerza de este temblor con aquel de magnitud 8.1, pero el de ahora me pareció todavía más violento que ningún otro.
Cada temblor es diferente
Unos días antes, el centro del país, así como el sureste habían padecido un sismo aún más fuerte que el de 1985, y no tardaron en salir los triunfalistas para decir que la ciudad ya estaba preparada para los temblores y que debido a eso no se habían registrado daños. Pero el 19 de septiembre nos recordó a todos que los terremotos no sólo se comparan por su fuerza, sino por otras características que los hacen únicos.
Eso sí, los de 1985 y de 2017 se parecen en algo: nos agarraron desprevenidos, al menos en el momento de percibirlos.