Una fuerte réplica de 6.1 grados de magnitud registrada en la madrugada generó pánico, provocó el llanto de niños y arrojó a cientos de ecuatorianos a las calles, temerosos de que se produjeran más desastres después de que un poderoso terremoto los afectara el fin de semana.
Se trató de la réplica más fuerte desde que el sábado en la noche un movimiento telúrico de 7.8 grados de magnitud causara destrucción en varias ciudades de la costa central de Ecuador y cuya cifra de víctimas fatales asciende a 553.
“Mucha gente empezó a gritar y los niños lloraron por el terror”, señaló a Mauro Madero, habitante de San Vicente, poblado cercano a la playa donde se registró la réplica. “Casi todos dormimos en la calle, en las plazas o en las veredas, pero con estos temblores salimos corriendo”.
El Servicio Geológico de Estados Unidos situó el epicentro de la réplica a 25 kilómetros (15 millas) al oeste de la ya devastada playa de Muisne a las 3:33 horas de la madrugada hora local.
La réplica llevó a que los habitantes de Portoviejo y otras ciudades abandonaron sus casas, incluso aquellas que en apariencia no presentan daños.
Cientos de damnificados hicieron el duelo por la pérdida de sus seres queridos, que ya empezaron a sepultar, mientras la esperanza por encontrar vivos a los desaparecidos, se esfuma. Las funerarias ya no tienen más ataúdes que ofrecer a las víctimas, lo que llevó a que los gobiernos locales tengan que pagar para traer ataúdes de otras ciudades del país ecuatoriano.