Julio Noguera, maestro panadero, tuvo una vida plácida, sin sobresaltos, hasta que la panadería donde trabajaba cerró por falta de harina de trigo. Hoy, este hombre de 50 años se ve obligado a buscar alimentos descartados en un basurero de un mercado, pues no ha conseguido empleo.
“Vengo a buscar alimentos aquí porque si no me muero de hambre”, aseguró Noguera tras rescatar del suelo una decena de papas que estaban en medio de un lote repleto de barro y con fuerte olor a humedad. “Con esta situación nadie ayuda a nadie, y nadie le da un plato de comida a alguien”.
La comida que rescata, advierte, la consume o la vende en la calle para llevar algo de dinero a su humilde vivienda en el popular barrio capitalino de Antímano donde vive junto a su hermana.
Noguera no está solo. El derrumbe de la economía venezolana como consecuencia de la caída de los precios del petróleo obliga a sus habitantes a enfrentar una nueva realidad, en la que alimentarse resulta una batalla diaria y con frecuencia no queda otra alternativa que buscar comida en los basureros, donde les toca sortear la suciedad y el pútrido olor a alimentos descompuestos.
Una desbordada inflación que, se estima, ronda este año el 720 por ciento, y una escasez de la mayoría de los artículos básicos, golpean el estómago de más de la mitad de la población, según reveló una encuesta nacional sobre condiciones de vida de los venezolanos que realizaron tres de las principales universidades del país en 2015. El estudio también reveló que un 12 por ciento de la población hace dos o menos comidas al día.
Las filas cada vez más largas de personas que se aglomeran desde la madrugada a las puertas de los supermercados y los crecientes casos de saqueos de comercios ya son moneda corriente.
Según la organización Observatorio Venezolano de Conflictividad Social, en mayo ocurrieron 52 saqueos y 36 intentos, comparado con los 10 saqueos y 13 intentos de enero. Esas cifras suben cada mes.