“Si no te pega no te quiere”, es la frase que desde niña escuchó decir Eva Orozco, tanto por labios de su abuela, su madre e incluso de sus hermanas mayores.
“Mi historia es como una de tantas: me casé a los 21 años, al principio y como toda mujer enamorada no me percataba que era víctima de violencia por parte de mi pareja. Justificaba que él estuviera de mal humor y se desquitara conmigo, pensaba equivocadamente, ahora me doy cuenta que yo tenía que aguantarlo, porque me habían educado en el sentido de que el matrimonio era para toda la vida, sin importar sus cambios de humor que fueron acrecentándose primero gritaba, después ya azotaba puertas, hasta que llegó el momento en que me dio el primer golpe. Me dolió tanto y me sentí tan mal, porque además lo justifiqué diciendo que estaba estresado por los gastos de la casa, lo dejé pasar, me pidió perdón y accedí”, narra Evita, como es conocida por su familia, vecinos y amigos.
Transcurrió el tiempo, Eva, vecina del municipio de Coacalco, narra que “Jorge comenzó a beber, fue cuando mi vida se convirtió en un infierno: los gritos, los empujones se volvieron como algo cotidiano para él, acudí con mi madre y le conté lo que había sucedido esperando consuelo y apoyo, pero para mi sorpresa que mi madre me dijo, quien bien te quiere te hará llorar. En ese momento no comprendí las palabras de mi madre, no me quedaba claro que si alguien me quería me hiciera llorar, me gritara e incluso me golpeara.
Mi esposo Jorge me manipulaba, me decía que me amaba y no quería que trabajara. Después de platicar con mi familia, me di cuenta que estaba sola, sobre todo, porque no creían que Jorge hubiera cambiado tanto y me decían pues ¿qué le hiciste?.
Entré en depresión, ansiedad, pero en una de esas ocasiones en que me maltrató, decidí buscar trabajo, lo que ocasionó que enfureciera y casi me asfixiara, ahí fue que decidí dejar de sufrir en silencio, le conté a todos como una medida de protección”.
Eva, expresó que al principio creía que se trataba de un acto aislado y que iban a vivir felices para siempre. Durante tres años y medio de matrimonio las agresiones y las amenazas eran frecuentes, 2 veces a la semana.
Comencé a defenderme. “Una noche llegó borracho y quiso pegarme en la cocina, fue tal mi terror que tomé un cuchillo para defenderme, lo piqué, vi cómo se manchaba su camisa de sangre y sin pensarlo salí corriendo de la casa. Vagué por la calle por varias horas, acudí a una amiga y fue quien me ayudó, desaparecí y fue como llegué aquí con la intención de iniciar una nueva vida”, señala Eva.
Explica que le ha costado trabajo recuperarse, pero poco a poco espera lograrlo, al tiempo que contactó a una de sus hermanas para que sepan que se encuentra bien.
Explica: “han pasado años, y aún no quiero ver a Jorge, le tengo miedo, pero me he encontrado con gente buena que me ha ayudado y orientado”.
Evita, tras esta mala experiencia y a sus casi 26 años, le recomienda a todas las mujeres que no permitan ni un solo golpe, que a la primera agresión marquen un alto.
Ahora Eva Orozco tiene una doctrina de un documento que leyó hace un año y ha hecho suyo: “Nunca más un golpe, No sumisa ni obediente, mujer fuerte insurgente, independiente y valiente, romper las cadenas de lo indiferente”.
Violencia Familiar
Según la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares 2006 (ENDIREH), en México 43.2 por ciento de las mujeres de 15 años y más, sufrió algún incidente de violencia de pareja durante su última relación conyugal, el porcentaje fluctúa entre 54.1 por ciento en el Estado de México.
De estas mujeres, 37.5 por ciento declaró haber recibido agresiones emocionales que afectaron su salud mental y psicológica; 23.4 por ciento recibió algún tipo de agresión para controlar sus ingresos y el flujo de los recursos monetarios del hogar, así como cuestionamientos con respecto a la forma en que gastaba dicho ingreso.
Dos de cada diez mujeres, dijo haber sufrido algún tipo de violencia física que les provocaron daños permanentes o temporales.