El trabajo infantil es común en la sociedad mexicana, porque en las familias se les enseña a colaborar con los adultos; sin embargo, además de los efectos negativos en el desarrollo físico y emocional, puede provocar agresividad y baja autoestima.
Para 2020 se deben erradicar todas las formas de trabajo infantil, de acuerdo con los convenios que firmó México con la Organización de las Naciones Unidas (ONU); y en ese aspecto el Estado de México tiene un gran desafío, ya que 90 mil mexiquenses tienen condiciones de empleo críticas y 396 mil tiene un trabajo informal; situación que para algunas personas justifica el hecho de que los menores se vean obligados a contribuir al gasto familiar.
De acuerdo con la ONU, en el Estado de México hay 60 mil niños que trabajan. Si se toma en consideración que en el territorio estatal hay una población infantil de ocho millones, el porcentaje pareciera que poco significativo: 0.75 por ciento; sin embargo, que un niño esté en la calle debe prender un foco de alerta.
El problema es que con el ingreso que logra obtener el menor de edad, éste ya no aspira a formarse desde el punto de vista educativo, social o cultural, porque tienen resueltas sus necesidades mínimas y no conoce otras condiciones que lo motiven a superarse.
Por tanto, erradicar el trabajo infantil no es sencillo, menos aún si se toma en cuenta que el trabajo infantil desde el punto de vista sociocultural, en México es un tema muy arraigado, porque desde antaño enseñan a los hijos trabajar y con esa idea los mandaban a la escuela, para prepararnos para trabajar y ayudar con los gastos de la casa.
Existen programas interinstitucionales que se impulsan para mejorar las circunstancias en las que laboran, en un primer paso y en erradicar cualquier forma de trabajo infantil en un segundo aspecto.
Consecuencias emocionales
El especialista en Psiquiatría del IMSS, Luis Sergio Ponce Guadarrama, consideró que los niños que trabajan desde edad temprana sufren consecuencias emocionales por un lado y en su sistema músculo-esquelético por otro, pero lo que más les afecta es el no estudiar. Por no ir a la escuela y superarse, se vuelven agresivos contra la sociedad en la que viven o tienen baja autoestima y no consiguen sobresalir.
“Hay niños que van a trabajar donde las exigencias son muy fuertes y no los tratan adecuadamente. Hay incluso quienes no son tratados mal y dicen no estar afectados, pero a largo plazo sí lo resienten, porque ya no estudiaron, entonces sus expectativas de realizarse como médicos o abogados, o como policías o bomberos que cualquier niño tiene ese sueño, y no lo logran, se traduce en una vida frustrada”.
Los niños que trabajan, van desde los cinco a los 17 años de edad, etapa en la que el desarrollo físico y emocional es importante, por lo que son inmaduros en cualquier aspecto, pues son forzados a jornadas extenuantes y psicológicamente se ven presionados a cumplir.
Señaló que quienes cargan cajas o bultos se les afecta su sistema músculo-esquelético; hay otros que laboran en el campo y están expuestos a insecticidas y abonos, lo que daña su salud, así como al sistema endócrino, cuando están expuestos a solventes o pinturas.
“En cuanto a su personalidad, psicológicamente se ven afectados porque como los padres los obligan a trabajar, son inmaduros y presa fácil de la delincuencia organizada”.
Los niños que son rescatados no requieren una terapia psicológica específica, ya que al insertarlos en la rutina escolar se dan cuenta que estudiando no necesitan trabajar porque se están formando, además tienen sustento y un techo.
“Por lo general son rescatados por el DIF y son atendidos en todo sentido: escolar, médico, deportivo y cultural. Cuando llegan a los albergues se les hacen estudios médicosy les aplican pruebas psicológicas; cuando alguno requiere de atención especializada se le proporciona, es decir, ellos vuelven a ser insertados a la educación y a tener una infancia feliz, que es como superan esa época de su vida”.