Se admiten apuestas para saber quién es en este momento el político más vulgar del mundo.
Sin duda es una competencia muy reñida, porque además tal y como van las tendencias en algunas encuestas da la impresión de que la vulgaridad lejos de ser un problema es un gran incentivo.
Ahora Nicolás Maduro, un político que llegó a la presidencia de Venezuela porque Hugo Chávez así lo decidió – aunque nunca se sabrá si quiso hacer lo mismo que el emperador de Roma Tiberio, al designar a Calígula como sucesor, ya que éste al ser el peor de los candidatos engrandecería su figura– es un hombre en problemas.
Y es que, aparentemente no pasa del nivel tan primario que significa el hecho de ofender por ofender, donde además no destaca ni en su lenguaje corporal, ni en el político la importancia de la reconciliación y la unidad. Es más, ni siquiera es capaz de hacer la pantomima perversa de tratar de entender a su pueblo, aunque finalmente termine haciendo lo que quiere.
El gobierno de Venezuela es una vergüenza y nos pone a todos en evidencia. Porque hace mucho que cruzó todos los límites, no respeta la Constitución y mucho menos a su gente.
Pero lo que resulta increíble es que el país entero sigue durmiendo con hambre sobre las mayores reservas de petróleo del planeta. En ese sentido, ¿cómo deben estar y cómo deben sentirse los venezolanos?
Porque en Venezuela había existido mucha conversación y poca acción, hasta ahora que no dejamos de observar en las calles y en las televisiones del mundo entero, la forma en la que el pueblo venezolano no deja de gritar su profunda desesperación.
¿Dónde están las instituciones internacionales? ¿Dónde están los gobiernos del resto de los países? ¿Qué deberíamos de hacer nosotros, ser más solidarios que su propio gobierno?
Aunque entre toda esta situación existe una lección clara, y esa es que si en Venezuela o en cualquier otra parte de América es posible la aniquilación masiva de los pueblos, el siguiente podríamos ser nosotros.
Mientras tanto Cuba, el gran referente, el que durante muchos años hizo que la dignidad tuviera acento cubano para los pueblos que hablaban español, por su posición frente a Estados Unidos, ahora son copartícipes de la situación tan anómala y tan negativa que se vive en Venezuela.
Pero no hay que engañarse, porque Venezuela es un problema para los venezolanos como México lo es para los mexicanos. Sólo que no deja de ser asombroso el mundo en el que nos hemos metido, donde independientemente de la crueldad, de la sinrazón y de la muerte de las instituciones, tengamos que lidiar además con esta vulgaridad tan extrema.