José Alberto Couttolenc Buentello
En medio de los efectos devastadores del cambio climático, las víctimas mortales por las guerras y la pobreza en México y el mundo, -problemas que se visualizan en exponencial crecimiento-, cobra la mayor relevancia la propuesta de nuestra querida Presidenta de México, Claudia Sheinbaum Pardo en la Cumbre de Líderes del Grupo de los Veinte (G20) en Río de Janeiro, al plantear “sembrar paz y vida, en lugar de guerras”, utilizando el uno por ciento del gasto militar de 19 países para crear un fondo destinado al programa de reforestación más grande de la historia.
Se trata del programa “Sembrando Vida” que ya se ejecuta en México y busca extenderlo a la Unión Europea y Unión Africana, logrando una liberación de 24 mil millones de dólares al año, para apoyar económicamente a seis millones de sembradores de árboles que reforestarían 15 millones de hectáreas, ¿la magnitud del beneficio ambiental?, aproximadamente cuatro veces la superficie de Dinamarca, toda la de Guatemala, Belice y El Salvador juntos, o el 30 por ciento la de Suecia.
Es una idea extraordinaria y, de llevarla a cabo, potencialmente transformadora de cara al futuro mundial que ayudaría a mitigar el calentamiento global y restaurar el tejido social, ayudando a las comunidades a salir de la pobreza, utilizando un gasto en armas que creció casi el triple que la economía mundial en solo dos años.
Sin embargo, para ello se requiere un cambio de mentalidad en torno al uso de los recursos de los países que participan, reconociendo que la seguridad nacional no solo depende de la fuerza militar, sino también de la preservación de los recursos naturales, la calidad del aire y la sostenibilidad a largo plazo.
Con este planteamiento, nuestra querida Presidenta Sheinbaum, nos invita a pensar en una nueva forma de seguridad para México y el mundo que no solo se mide por el número de soldados o armas disponibles, sino también por la salud de nuestros bosques, ríos y comunidades. Si el gasto militar se redirige hacia la regeneración del ambiente, no solo se ganará en términos de sostenibilidad, sino también en términos de seguridad humana y resiliencia frente a futuros desafíos globales.
Sin duda, este es el inicio de algo muy grande que está por venir, es la semilla plantada con visión de largo plazo, para hacer frente a la crisis climática.
En este contexto, esta idea debería ser vista no solo como una apuesta por la ecología, sino como un modelo de gestión pública que reconoce la interdependencia entre la naturaleza y el bienestar de la sociedad. Al final, invertir en nuestros bosques es, a fin de cuentas, invertir en el futuro de todos.
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