Después de la elección de Donald Trump como presidente de los Estados Unidos de América, Andrés Manuel López Obrador realizó una serie de declaraciones que considero importante recuperar.
En primera, pidió tranquilidad a los mexicanos. Y en ese sentido, es conveniente no olvidar que López Obrador como hombre creado en el PRI posee en el fondo una de las mejores esencias de la agrupación tricolor y tiene muy presente aquella frase que asegura que nuestro país está “tan lejos de Dios y tan cerca de EU”.
Andrés Manuel cree en la resistencia interna y en cierto sentido su visión política se parece más a la de Mao Tse-tung y su “Larga Marcha”, que a lo que significa subirse a esta oleada en la que todo es posible, inclusive hasta llegar a ser Presidente.
Y en segunda, aseguró que si en 2018 no es elegido como Presidente de México se irá literalmente a La Chingada.
Sin embargo, no creo que López Obrador se retire porque a pesar de sus manifestaciones políticas, lo que él impulsa no es una campaña política, sino un reclamo moral.
Confieso que mi mayor discrepancia con él es que quiera ser Presidente, porque a López Obrador no le gusta el poder, le gusta tener la razón, y en el oficio de presidente lo primero resulta muy necesario.
Él entiende muy bien el gesto despavorido de la cara de Trump porque hay ocasiones en las que los juegos se convierten en realidad y los sueños se cumplen.
Y en ese sentido, estoy de acuerdo en que debemos mantener la tranquilidad y ahora más que nunca luchar por recuperarlo todo.
Pero además hay que dejar de seguirle echando la culpa siempre a los de siempre y ser capaces de entender que esta ola de cambio tan profunda en todo el mundo, también afectará a las dinastías que han estado durante mucho tiempo secuestrando la voluntad del pueblo de México.
Los episodios de la historia nos recuerdan que tanto Lula da Silva en Brasil, como François Mitterrand en Francia se postularon en tres ocasiones antes de convertirse en presidentes, ellos dos quisieron aprender y generar un cambio, sin embargo, la oferta de Andrés Manuel siempre ha sido la misma: “que todos cambien para que yo siga siendo igual”.
Sin duda, debe ser momento de serenidad y de dignidad para nuestro país.
Y en cuanto a las consecuencias de lo que él denomina como la mafia del poder, sólo hay una lección clara para todos, y es que con López Obrador o sin él, con Trump o sin Trump, la era de la corrupción no deja de estar presente en el mundo en el que actualmente vivimos.