Con el ejercicio en los hechos de la presidencia de la república, el candidato ganador Andrés Manuel López Obrador es ya el jefe del Estado y del gobierno y no un ciudadano común y corriente. Cuando rechaza normas de seguridad y aborda un avión de línea comercial pone en riesgo a las personas que viajarán en la misma nave.
Hasta que no rehaga las leyes, López Obrador es –en funciones– el Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas, de acuerdo con el artículo II de la Ley del Ejército y la Fuerza Aérea Mexicanos.
Como Mando Supremo, el presidente de la república tiene la facultad de nombrar a toda la jerarquía militar. El propio presidente es general de cinco estrellas y ejerce el mando y liderazgo sobre todas las Fuerzas Armadas.
El problema de López Obrador radica en el hecho de que ya está ejerciendo el cargo de presidente de la república, aun a pesar de que las autoridades electorales no le han conferido oficialmente el reconocimiento como presidente electo.
En función del ejercicio adelantado de poder, López Obrador como presidente de facto debe estar sometido a las reglas de seguridad del Estado.
El Estado Mayor Presidencial no es un cuerpo de élite, sino una agrupación militar regida por las reglas de la seguridad nacional y la seguridad interior que se encarga de la seguridad del presidente de la república, su familia y los funcionarios del gobierno central en la medida en que éstos forman parte del aparato de poder institucional.
Una guardia civil rompería la estructura protocolaria que tiene que ver con la seguridad presidencial como eje de la seguridad nacional. El presidente de la república es el jefe del Estado, el jefe del gobierno y el titular del Poder Ejecutivo de la república.
Por tanto, su seguridad personal y familiar es correlativa a la seguridad del Estado, del gobierno y de la república.
La afirmación de que lo cuida es pueblo no sólo es demagógica, sino peor: es irresponsable. Cualquier cosa que le ocurra al presidente, a su familia y al gobierno central provocaría una crisis de estabilidad.
La guerrilla, el crimen organizado, los grupos radicales e incluso personas con problemas de estabilidad emocional podrían aprovechar la falta de seguridad del presidente y su entorno. En febrero de 1930 el presidente electo Pascual Ortiz Rubio fue atacado con un balazo en la quijada cuando llegaba a Palacio Nacional.
Y el 17 de julio de 1928 fue asesinado el candidato triunfador Álvaro Obregón.
Luis Donaldo Colosio de manera irresponsable desdeñó la seguridad en su campaña, alejó a la guardia del Estado Mayor y fue asesinado al salir de un mitin en Lomas Taurinas, a pesar de que era un dirigente carismático que quería tener contacto directo con el pueblo. La sola comandancia suprema de las fuerzas armadas y la jefatura del Estado convierten a López Obrador en una institución que encarna la seguridad nacional del Estado y del gobierno. Es decir, ya no es el líder social querido por su pueblo.
Y como institución, carece de derecho para poner en riesgo la seguridad nacional de la república al repudiar guardias.
Política para dummies: La política es, por definición, un asunto de seguridad nacional.
Si yo fuera Maquiavelo:“Con respecto a los asuntos privados de los súbditos, (el príncipe) debe procurar que sus fallas sean irrevocables y empeñarse en adquirir tal autoridad que nadie piense en engañarlo ni en envolverlo en intrigas”.