El SMN esperaba entre 21°C y 25°C durante la transición anual. Sin embargo, el termómetro social en redes ardía. Y aunque influye con poquísima humedad y altas temperaturas, no fue el fenómeno de La Niña lo que afloró abanicos y mentadas. Fueron los 2.01, 2.98 y 2.42 pesos de aumento que desde ayer podrán alcanzar las gasolinas magna, premium y el diésel, respectivamente. Las cifras entran en el esquema de mercado liberado: más competidores, mejores productos y precios ajustables, “cero” subsidios. El argumento fue planteado desde inicios de 2016 por el entonces secretario de Hacienda, y se basó en el porcentaje de población que consume esos combustibles.
Resulta que 10 por ciento con mayores ingresos en México consume hasta 40 por ciento, mientras que 70 por ciento con menores ingresos sólo 30 por ciento. Pero el subsidio es general y está contemplado en el presupuesto de egresos mermando la inversión en otras áreas de la economía, se afirmó. Parte del enfado hoy radica en que la medida iba a ser puesta en marcha en 2018 luego de que se lograra un aumento al mínimo. Debía ser justo, rondando los 89 pesos para cubrir la canasta básica. Pero se estableció diferido. De 4 pesos nominal y 3.9 pesos al resto. Con todo es el mayor ajuste desde 1999, incluyendo periodos como la crisis de 2008 para la cual se aumentó sólo 1.65 pesos. Y ¿Entonces qué más pasó? Nada. Y eso mismo ocurrirá con los boicots convocados en Twitter y Facebook.
Ojo, no cuestiono la indignación social. Pero sí las llamadas a misa. Las acciones informadas, institucionales, certeras, y de larga data, son las que perduran. Como el león no es komo lo pintan, actuar al calor de copas es bravuconada. Y de esos arrebatos México ya está cansado.
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