La marcha contra Trump programada para el domingo próximo dejará satisfechas las pasiones nacionalistas, pero no aportará elementos para resolver las desavenencias. Al nuevo presidente de Estados Unidos no le preocupan las protestas porque su pragmatismo lo mueve en el terreno de las realidades.
Los sectores nacionalistas mexicanos que se sienten ofendidos por las acusaciones hasta groseras de Trump nada hicieron en 1989-1990 cuando el presidente Carlos Salinas de Gortari liquidó el sentimiento nacionalista antiestadounidense de México para poder imponer el tratado de libre comercio que subordinaría desde entonces a la economía y a la República a las necesidades del imperio.
La única respuesta real que puede dar México sería la atención inmediata y con resultados a las acusaciones de Trump en cinco temas clave: muro fronterizo, deportación de mexicanos ilegales en EU, regreso de empresas estadounidenses que se salieron del país con sus empleos, crimen organizado como eje posible del terrorismo y tráfico de drogas.
Si México se dedica a resolver estas cinco crisis locales, la relación con EU de Trump sería otra. Pero en lugar de ello, el Gobierno mexicano como responsable del diseño y puesta en marcha del proyecto nacional político y de desarrollo se ha quedado pasmado y no tiene más camino que la resistencia pasiva y sus gritos nacionalistas.
Si de veras quisiera México entrarle con seriedad a la crisis en las relaciones bilaterales, sus respuestas deberían ser rápidas, precisas y contundentes:
1.- El muro es efecto y no causa. México carece de una política migratoria fronteriza, usa la migración para bajar presiones de desempleados aquí y permite la existencia de polleros que tienen el control de la frontera para el cruce ilegal. Una acción contundente mexicana de seguridad fronteriza disminuiría la preocupación por el cruce ilegal de miles de personas.
2.- Los mexicanos ilegales en Estados Unidos fueron expulsados de México por la crisis; de nada sirven las acciones consulares. Una decisión real sería la de programas de empleo formal de emergencia en el campo y las industrias aquí, para evitar el exilio económico de ciudadanos.
3.- México se confió en las empresas estadounidense que trajeron empleos y nada hizo para promover aquí empresas alimentadoras de insumos procesados a esas grandes plantas; el componente nacional bajó en la producción globalizada.
Un programa de desarrollo industrial y agropecuario sustituiría a esas empresas que son regresadas a EU.
4.- El crimen organizado es producto de la complicidad del Estado y de las élites mexicanas. La ofensiva del gobierno de Calderón (2007-2012) apenas reveló la profundidad del problema. Por ello México necesita de una segunda ofensiva no sólo contra los delincuentes sino contra sus apoyos políticos, sociales y empresariales.
5.- Y si bien es cierto que EU estimula la producción de droga con su demanda, México debería dejar de justificarse con ese argumento y romper de tajo con el tráfico de drogas hacia EU. El efecto secundario sería una rebelión de consumidores estadounidenses.
Estas cinco acciones deberían estar enmarcadas en el rediseño del proyecto nacional político, económico y de desarrollo que el tratado salinista destruyó con la ilusión de que EU nos iban a llevar a equiparar niveles de desarrollo. Más que gritos nacionalistas que le producen bostezos a Trump, México debe aprovechar la circunstancia actual para retomar el camino del desarrollo nacional y abandonar su papel subordinado a las necesidades productivas estadounidenses.
Política para dummies: La política se debe mover en el terreno de las realidades, no de los sentimentalismos.