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Opinion

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A la mitad de año, el Banco Mundia (BM) recortó sus previsiones de crecimiento global en el marco de una actividad “anémica” en los países ricos e incertidumbre en las economías emergentes.

Según el análisis internacional, la economía global está estancada en una trampa de bajo crecimiento que exige un uso más coordinado e integral de las políticas fiscales, monetarias y estructurales para avanzar a un camino de mayor crecimiento y asegurar que se mantengan las promesas para los jóvenes y los adultos mayores.

Las desalentadoras perspectivas económicas de este año se deben a numerosos factores.

El sombrío estado de la economía mundial representa de manera clara desafíos importantes para las economías emergentes y para los países desarrollados que comenzaron a crecer en algún rubro y no de manera pareja.

El Producto Interno Bruto (PIB) no mejorará en los países ricos desarrollados respecto del año anterior y, para Estados Unidos, la Organización de la Naciones Unidad (ONU) proyecta una reducción del crecimiento.

Y es que las principales amenazas del incremento son el bajo crecimiento mundial y un estancamiento del comercio global, inestabilidad en los precios del petróleo y los procesos de normalización de la política monetaria de Estados Unidos. Uno de los factores que suman la lentitud es que la producción manufacturera global crece a un ritmo anémico, similar al del año pasado.

Aunque la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos recomendó a los gobiernos del mundo que aumenten el gasto público para evitar el estancamiento de la economía global. Aunque, al parecer, vamos en reversa a nivel internacional en materia económica.

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