A la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) no le interesa ser un poder fáctico. Su único interés real es tener cotos de poder para manejar dinero.
Recientemente se supo que el ex tesorero de la Sección 22 de la CNTE en Oaxaca lavó 25 millones de pesos, según información de la PGR. El dinero lo amasó gracias a convenios ilícitos. Eso es parte del ejemplo de lo que es la CNTE.
En 2014, los maestros lograron que se asignaran 400 millones de pesos para programas de útiles escolares, uniformes, calzado, becas por aprovechamiento escolar, desayunos y transporte en Michoacán. La CNTE es un movimiento impopular entre la sociedad que no aprueba sus formas de reclamo y que rechaza tajantemente su demanda de tumbar la reforma educativa.
Hasta donde se entiende, la existencia de la CNTE es que surgió en un entorno de la imposición de políticas neoliberales. Y una primera fase del desarrollo de la lucha de los maestros de la Coordinadora es, por ejemplo, que hasta finales de 1979, con la caída de Jonguitud en 1989, sus demandas centrales habían sido, por un lado, los incrementos salariales y, por otro, la democratización sindical.
Sin embargo, lo que nació como una lucha laboral, con los años comenzó a distorsionarse hasta convertirse en un grupo de choque interesado en obtener recursos.
Lo que se exhibe es que existe un reducido sector de trabajadores conformado por los dirigentes de Oaxaca que manejan una agenda política con intereses personales, que ya no es sindical ni educativa, y de esa manera están a las órdenes de políticos y grupos de intereses oscuros que estén dispuestos a negociar en nombre de la educación cualquier posición política. Y si se mezcla con lo electoral, la desestabilización es más fructífera.