Ahora la decisión que se tome sobre el futuro de Dilma Rousseff por supuesto que tendrá un impacto en la economía, la cual desde el primer trimestre del año pintó un panorama adverso.
La recurrente caída de Bovespa y la acelerada inflación se volvieron los termómetros que advirtieron que el país sudamericano pasaba por un momento crítico.
Y en buena medida el efecto se debió a la votación en el Congreso para someter a la presidenta Dilma Rousseff a un juicio político.
La situación crítica brasileña se ha puesto en la mira de la comunidad internacional. Incluso, Christine Lagarde, directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), afirmó que en Brasil “hay vientos fríos” debido a la recesión y consideró que es necesario resolver la crisis para estabilizar la economía.
No hay más, Dilma Rousseff debe ver por el bien de la nación o dar un viraje favorecedor. Aunque ese escenario es el más lejano y complicado que se pueda dar.
En su reporte sobre las proyecciones económicas mundiales, el FMI apuntó que las “incertidumbres internas” que enfrenta Brasil –la crisis política– tienen un impacto negativo en los esfuerzos para remontar la recesión porque está limitando las opciones de que dispone el gobierno.
Lo que se advierte es que una eventual destitución de la presidenta de Brasil mejoraría a corto plazo la confianza económica en el país, pero por sí solo el cambio político sería insuficiente para salir de la profunda recesión.
Según los analistas, este fin de semana será crucial en la economía brasileña y ésta mejoraría con un nuevo gobierno, pero con cautela, pues a final de cuentas el desempleo, el endeudamiento de las empresas y la caída del consumo dificultarán una recuperación.
CARLOS ALBERTO MARTÍNEZ
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