Los desastres naturales regularmente traen consigo consecuencias económicas para un país. Los sismos y los huracanes suelen ser los eventos más recurrentes y los más costosos por la magnitud que suelen tener e impactar a las comunidades.
Uno de los problemas es que las economías latinoamericanas en general se caracterizan por tener una base económica concentrada en el sector agrícola, pecuario y/o pequeñas o medianas empresas. Tras un desastre natural, el comercio de estos sectores enfrenta problemas.
Los especialistas advierten que los problemas a resolver después de un desastre natural son diversos, entre ellos resolver la interrupción de la producción y la cobertura de las necesidades de la población y conseguir tras una catástrofe de estas características que las economías afectadas recuperen su nivel económico anterior al evento.
La recuperación no sólo debe orientarse a los flujos económicos sino al capital destruido. Lo que se advierte que los grandes desastres naturales no suelen producir caídas drásticas en los mercados de valores inmediatamente, pero pueden tener importantes consecuencias adversas en sus economías y los mercados pueden caer tiempo después.
Aunque parece que los efectos negativos de los desastres naturales pueden ser temporales, la realidad es que hay efectos directos e indirectos, pueden existir los efectos secundarios, que generalmente aparecen un tiempo después del desastre; como ejemplos tenemos: epidemias, inflación, aumento en la disparidad del ingreso individual y familiar, desbalance en el bienestar económico de diferentes regiones del país, pérdida de oportunidades económicas, cambios ecológicos y cambios negativos en la balanza de pago. Esto se agudiza sobre todo en economías con una marcada debilidad financiera y económica del Estado.
CARLOS ALBERTO MARTÍNEZ
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