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Opinion

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La corrupción sigue siendo el tema de las agendas políticas y de las cúpulas empresariales; sin embargo, el tema lleva una palabra clave que debería ser retomada en aulas, conferencias y en la educación de casa: ética. Aunque suene filosófico, al tener la ética como un ideario se terminan algunos vicios sociales que han deteriorado a las instituciones.

Por ejemplo, en 2015, la corrupción le costó al país cerca 341 mil millones de pesos. México requiere acciones que vayan más allá de las reformas estructurales, entre ellas combatir la corrupción y la misma construcción de leyes debe tener un componente ético para sus mejores prácticas.

Los especialistas señalan que combatir la corrupción no sólo permite que la asignación de recursos sea más eficiente, sino que también se puedan aplicar correctamente las reformas porque evitaría que mucho vaya para las élites políticas y no para las masas.

Además, las percepciones sobre la corrupción se encuentran altamente relacionadas con la coincidencia o discordancia que los ciudadanos observan entre sus propios intereses y los intereses de los políticos.

Un análisis del Banco Mundial señala que “no hay pruebas de que la ideología, la cultura, la globalización o la privatización sean culpables de la corrupción. La corrupción ha prosperado o ha sido sofocada por gobiernos de todas las tendencias políticas. La globalización puede ayudar a controlar la corrupción aumentando la transparencia y la competencia”. Además, recomienda que la batalla contra la corrupción no puede ganarse únicamente a través de unas cuantas instancias de gobierno.

Pero un problema es que la corrupción se enmascara con impunidad y esto se debe a que la gran mayoría de la gente no conoce el procedimiento que debe seguir para denunciar un caso de corrupción, por lo tanto hay que difundir a nivel nacional cómo se debe seguir este proceso.

CARLOS ALBERTO MARTÍNEZ

 

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