Si de algo podemos tener certeza los mexicanos es que Andrés Manuel López Obrador aparecerá en las boletas de la elección presidencial de 2018. Lo que despierta incertidumbre en muchos sectores de la población es la posibilidad de que inicie su proyecto de gobierno como lo ha señalado, con un simple “pacto por la honestidad”. Desde luego que una vez que se alce con el triunfo no habrá quien cuestione la firma de tal “pacto”, pero que eso será suficiente para terminar con la corrupción, es simple demagogia.
Muchas de las afirmaciones del tabasqueño van encaminadas a plantear y vender a los mexicanos un mundo difícil de concebir, lo que no pasa de ser una simple aspiración. Intentar desaparecer por decreto un mal que se arraigó entre nosotros desde la llegada de los españoles hace 500 años, es una tomadura de pelo, pero de ahí a que se hagan realidad todos los planes que anuncia en cada uno de sus discursos, no es más que la expresión pura del mayor publicista de los últimos tiempos.
Desconozco si tenga algún proyecto serio, realizable y medible para incentivar la economía, para reorganizar los sectores productivos, o para redistribuir el ingreso. Pero de lo que sí tengo certeza es de que hasta ahora no le he escuchado un propuesta lógica y alcanzable que no tenga como sustento el simple razonamiento de que “cuando yo llegué al poder las cosas cambiarán simplemente porque yo soy distinto a los demás”.
Lo que sí es real, es que nos seguirá inundando con sus mecanismos de comunicación a través de la cantaleta de la “honestidad valiente” buscando encubrir todos los procesos de corrupción en que incurre, lo mismo que aquellos que lo acompañan en la empresa de hacerse con el control del país. No nos hagamos tontos, su mayor aspiración es convertirse en el nuevo “Hugo Chavez” que encabece esa lucha internacional contra los pases ricos y poderosos, y desde luego que también el antagonismo ideológico en el continente.
Lo que sí ha sabido hacer muy bien es capitalizar ese encono popular producto de la ineficiencia gubernamental y de los hurtos descarados que del presupuesto público hacen la mayor parte de los funcionarios de este país. Por cierto, lo mismo que han hecho aquellos que lo acompañan en su proyecto. Pero hay algo que vale la pena recordar: nunca conocimos el costo de los segundos pisos que el señor López construyó en el Distrito Federal.
Cuando habla de honestidad ¿a cuál honestidad se refiere? Porque dispuso de nuestro dinero sin rendir cuentas, y recibe enormes cantidades de dinero que todos los días le gestionan los hombres y mujeres de su confianza. ¿Cuál es el proyecto de país del que tanto habla? Porque hasta ahora no hemos conocido una sola propuesta para transformar nuestra lamentable realidad.
¿O será que el cambio surgirá por ósmosis cuando el llegue al poder? Como van las cosas, esa lamentable realidad puede convertirse en una amarga pesadilla. Al tiempo.
[email protected]
Certeza e incertidumbre
Recientes
Lo más visto