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#Columna7 Cuando un padre se va

Jorge Álvarez Colín
 

Hace unos días mi padre, José Álvarez Pichardo falleció, me disculpo por usar esta columna para hacer un pequeño homenaje a quien en su modestia, nunca expresó lo que la gente le admiraba. Un padre representa la fuerza, la proveeduría, la protección y a veces el verdugo, el progenitor de una nueva familia y la […]


Hace unos días mi padre, José Álvarez Pichardo falleció, me disculpo por usar esta columna para hacer un pequeño homenaje a quien en su modestia, nunca expresó lo que la gente le admiraba.

Un padre representa la fuerza, la proveeduría, la protección y a veces el verdugo, el progenitor de una nueva familia y la continuidad del apellido, por lo general, recibe los merecimientos o señalamientos como mentor, se vuelve el referente de lo que la familia es y a quien tarde se le reconoce en su sacrificio.

Los hijos entendemos a los padres hasta que nos convertimos en uno de ellos, ese clan que comparte en sus charlas el orgullo de serlo, el mérito no está en ser el mejor proveedor, tampoco en ser el más estricto, menos quien se convierte en aliado de los caprichos de los hijos u ostenta cargos importantes en su trabajo, en fin, confirmo que el merecimiento del padre está en lo que deja al final del camino.

El dolor de su ausencia se atenúa, sabiendo que está cerca, convertido en energía, su espíritu y su alma serán eternos, transformados en memoria, ejemplo y en herencia eterna, su muerte nos muestra la vida, insondable conocimiento que no se explica fácilmente, toda una vida para llegar a la muerte y una muerte para explicar toda una vida.

La misión de un padre nunca termina, pues aún en su partida, reivindica cualquier estigma, ajusta y corrige, pues en el recuento de sus actos encontramos que su existencia se concreta en lo que entrega, guía, valores, principios, reputación, y eso es lo que nos ha dejado mi padre como mayor legado.

Él estará en las sonrisas de los nietos, en la memoria inmaculada de nuestra madre que se adelantó y seguramente están de nuevo juntos, seguirá presente en la toma de decisiones familiares con su sabia prudencia y rectitud, ajustará nuestras faltas con el supremo veredicto de lo que es honesto, justo y conveniente. Nosotros seremos testimonio de lo que su vida fue, aún en su ausencia, estaremos abrigados por su imagen, prestigio y la mayor de las riquezas, su honor. QEPD.