La marcha del domingo, es una expresión de nuestra sociedad en el siglo XXI, la fuerza de su organización, participación, el encuentro de sus diferencias y la superación de antagonismos por radicales que estos sean, y que, en otras épocas obstruyeron el crecimiento de nuestra sociedad.
La democracia como valor es un producto aspiracional, sin embargo, habrá que entender que es un proceso largo y constante que está determinado por la propia evolución de la sociedad, su civilidad y educación. La democracia es un signo del nivel de convivencia y racionalidad de sus habitantes, es más, la ubicaría como un indicador importante en la medición de la calidad de vida, además la democracia es un concepto que trae consigo una premisa, no existe si no se materializa, si no se defiende y se ejerce, pero más aún, si no se respeta.
La democracia por sí sola no es más que un concepto que toma su valor si se instrumenta por vías institucionales, y en México tenemos una historia valiosa al respecto, el INE como concepto institucional de la democracia nace con la Constitución de 1917, entonces con aquellas Juntas de Empadronamiento, Cómputo y Colegios Electorales y desde entonces ha transitado por diversos ajustes que lo han modernizado, adecuándose a las necesidades de cada momento, la última modificación fue en el 2014 donde los ciudadanos se convierten en el corazón y motor de la democracia, y aquí hay que reconocer como quiera que sea, que los partidos políticos han abonado para fortalecer la institucionalidad, autonomía, transparencia y confiabilidad del INE, desde luego, existe un cuerpo administrativo para planear, organizar, capacitar y conducir, pero son los ciudadanos quienes dan vida a la democracia.
Por eso la marcha no tiene paternidad, es una expresión pública, plural, incluyente, una voz que exige y marca rumbo, que pauta y advierte sobre la protección que dará siempre a ese producto que es de la sociedad, ¡Cuidado aquellos que se pierdan en la confusión de ejercer el poder y quieran adueñarse de la democracia!