Nuestra independencia no fue planeada como tal, la pugna era entre españoles; peninsulares contra criollos, donde estos últimos solo querían se les reconociera su derecho para ser gobernados por personas nacidas en la Nueva España, su lucha era obtener la igualdad y autonomía, sin dejar de reconocer a Fernando VII como rey.
Hidalgo modificó la historia, encontró en su gran arrebato un enorme problema, no estaba preparado para conducir un movimiento independentista y mucho menos contaba con un proyecto de nación, no lo había, porque no era el objetivo, no era el plan, todo el tiempo de conspiraciones, se habló de justo trato de la corona hacia ellos, los criollos e Hidalgo como uno más, promovía y estaba de acuerdo con esa idea.
Seguramente pensó que con el inicio del movimiento, quienes se sumarían al llamado serían españoles criollos, pero no fue así, resultó que quienes apoyaron su proclama fueron los más pobres, los más desvalidos, no era un ejército quien iniciaba una protesta ante la corona española, era una turba de gente cansada y urgida de encontrar una voz que los lidereara para exigir y reclamar también la defensa de sus derechos y libertades, ese momento fue para Hidalgo crucial, se encontraba ante dos objetivos, uno de reconocimiento y emancipación, otro de derechos y libertades.
El deseo de autodeterminación de los españoles criollos se convirtió en una exigencia por las libertades e independencia de los indígenas y todos aquellos que ya amaban y sentían pertenencia e identidad sobre esta tierra. La historia narra a detalle el proceso de nuestra independencia, pero el arrojo de este cura de Dolores fue sin duda un paso que precipitó lo que después se convertiría en una lucha de muchos personajes, a quienes reconocemos su heroísmo para ofrendar su vida por la construcción de una nación.
Sin ningún regateo hay que concederle a Don Miguel Gregorio Antonio Ignacio Hidalgo y Costilla Gallaga Mandarte y Villaseñor, el título de padre de la patria, pues si bien, no fue su idea, sí su gran decisión.