Callados, precisos, rabiosos, incontrolables: unos. Sin misericordia, ni piedad, ni gobierno que les importe: otros. Demolidos, desechos, devorados, arrasados, y caminando hacia cualquier vacío: los miles de muertos de estos últimos dieciséis años. México dividido entre policías, ladrones y desaparecidos.
Con consecuencias fuera de todo control y ajuste. Se han ido miles al barranco. Así: sepultados en la nada. Cayendo en las redes de hombres enfermos que matan porque sí. Aprisionando a seres que no tuvieron dinero para poder quedarse en sus lugares y hubieron que buscar nuevos horizontes para poder comer cuando menos un día; hombres que creyeron que yendo al norte –al país en el que no solo no nos quieren sino que nos desprecian y nos tratan como animales– podrían salir adelante. Pobres nuestros mexicanos, valientes y esforzados.
Y del otro lado, otros tantos que con gran miseria del alma, nomás porque sí, han lapidado a quienes desearon hacer un poco de trabajo. ¿Qué tienen en el alma, la mente, el espíritu y la conciencia? ¿Por qué el ser humano ha perdido la prudencia y ya no le importa si el prójimo vive o muere? Sud, centro, norte… todos somos americanos.
¿Eso es lo justo, lo digno? Me importa ver cada día a los niños y a las niñas secuestrados… que nunca aparecieron… a los chiquitos que roban y les quitan sus riñoncitos o cualquier parte de su cuerpo y los venden a quienes les paguen más.
A las jovencitas que desaparecen de sus casas y que son vendidas como prostitutas en países lejanísimos, porque creyeron que serían modelos.
Por supuesto que me importa ver a quienes después de empezar con una cerveza o un churro de mota, acaban muertos en las coladeras de las calles, totalmente enfermos de drogadicción y alcoholismo, sin que alguien pudiera ayudarlos. ¿Clases sociales? Las enfermedades no las tienen. La delincuencia menos.
Dinero fácil. Venta fácil. Circunstancias que están poniendo en jaque al país que alguna vez fue el más poderoso de América Latina. Porque los hombres y mujeres de este país viven, vivimos en el miedo más espantoso. No sabemos si a la vuelta de la casa, estén los malditos enfermos dueños de todos estos desmanes, asechando, espiando, emboscando, engañando, acosando, persiguiendo, tratando de capturar a su presa… Esto es México. Y para colmo, Trump va ganando. Dios nos agarre confesados.