Capital Estado de México

Opinion

Con singular alegría

Es terrible. Me entero de una muerte innecesaria. Tal vez fue un nacimiento innecesario. ¿Cuántos tendremos a diario? ¿Cuántos más? Esto sucedió hoy en la capital del país.

Como todos los días, se levantó muy temprano. Todavía de noche vio una ventana obscura llena de malos augurios. Estaba empañada como desde hace diez años, no podía ser de otra manera. Era su absurdo cotidiano.

Levantó a todos a gritos y sombrerazos. Arriba de la mesa –de lo que se agenció para que fuera el comedor–, estaba la leche que casi regalaba el Estado. Esa que se recoge todos los días a las cinco de la mañana. Pero ahora sí había unos frijoles regalados y fríos, y unos bolillos. Eso desayunaron. Se morían de hambre el rato.

Tenía que llevar a dos a la primaria, a dos a la sección maternal y a la chiquita, a su trabajo. Venía ella, llena de complicaciones. Sola. Con miles de problemas encima, más cinco otros: el hambre de sus hijos.

¿Qué les dará de comer ese día?

Como todos los días, se subió al camión. De sopetón, ya lo habían aumentado de precio. Todavía no llegaba a la parada y ya estaba cansada. Para esa hora, ya había ido a la Conasupo, ya había lavado, ya había hecho la única camita en la que apoltronados se dormían todos, ya había barrido, trapeado y hecho el desayuno.

Tenía entre sus cosas, las cartillas del hospital que recientemente había sacado. Las del tantas veces mencionado, Seguro Popular. Las seis. Eso era lo único seguro que la vida le regalaba. Se acordó de un reclamo que le habían hecho en el hospital. ¿Y la planificación familiar?, le acordaron. Pero no. No la tuvo.

Al final del cuento, ‘eso es solo para los que en serio se saben amar’. Ella nunca se cuidó y nunca le importó.

¿Y ahora?

Se bajó del camión, como siempre. Traía a la niña de la mano, como diario. Y en un instante todo cambió.

La niña corrió en medio de todos los coches. Accidente fatal. El grande dolor que tenía antes fue acrecentándose severamente. De nada valía decir: uno menos. Al día siguiente regresó a su absurdo cotidiano.

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