Capital Estado de México

Opinion

Cuento de nunca acabar

Un amigo, personaje que, entre sus actividades pasadas fue custodio de un Centro de Prevención y Readaptación Social, me platica lo ingrato que llega a ser el trabajo, la exposición que se da al contacto con los delincuentes; “los de verdad, Pollo, no los ocasionales o casuales”, el papel que juegan los familiares, (adentro y afuera), así como los lazos, casi inquebrantables que se forman…Me aclara, no todo es trágico, no al principio, se va haciendo, sí claro y no es por culpa de internos, diría que es una cuestión de deficiencia en la atención de, por lo menos, las tres primeras etapas de quienes son encarcelados…Te explico alado. Lo primero es que la esperanza de salir pronto te mantiene con el ánimo arriba, eres optimista y colaboras casi en todo, obvio también le huyes a cualquier situación de enfrentamiento o conflicto por temor a que eso sea un pretexto para no darte la libertad. Aplica para los “primerizos”. La confianza y la fe, se empieza a cansar cuando pasa el tiempo y no sales. Se acentúa cuando te explican no va a ser fácil, porque hay pruebas no esperadas que cambiaron el curso del proceso…Imagina cuando te dicen que pese al esfuerzo te van a sentenciar… El dolor y la desesperanza te invaden, súmale a quienes presumías de que saldrías de un momento a otro, ahora te “cargan pila” y se manchan contigo…Faltan más procesos (tiempos y estados de ánimo), pero desde que se ingresa hasta este momento que te platico sabes ¿cuántas veces has visto a los psicólogos? máximo dos y no precisamente cuando tu estado de ánimo lo reclamaba. ¿De quién es la culpa?, de nadie. La carga de trabajo evita un seguimiento de los casos y cuando adentro pierdes la esperanza, ¡ya se jodió todo!

La rabadilla del Pollo

Pollos en el tejado me dicen que el número de llamadas de extorsión aumentó considerablemente en el segundo trimestre del año (a celulares y fijos), pero, por desgracia este tema ya escaló al grado de que ahora lo están haciendo cara a cara…Cierro pico. Shalom.

Salir de la versión móvil