Muchos erróneamente auguran la inminente muerte del PRI, tras sus recientes derrotas tanto a nivel nacional como en “la joya de la corona” que es el Estado de México. Lo mismo dijeron en 1988, tras la “caída del sistema”; en 2000, la primera vez que perdía la primera magistratura ante su ahora aliado; en 2006 que quedó muy dividido, quedando en tercer lugar como en 2018, con un candidato externo, sin embargo, pese a que está en sus “piores” condiciones adversas, el Revolucionario Institucional no desaparecerá, y menos en el Estado de México. El debate ahora es si se va su actual presidente, que no líder, o se queda hasta 2024 con la esperanza de ir a San Lázaro por la cómoda vía plurinominal, ya que nunca ha sido diputado federal, pero en este o el próximo año, tendrá que renovarse su dirigencia, y antes de cuestionarse quién sería el indicado, lo importante es ver el perfil, pues el tricolor necesita a un verdadero líder y no a un burócrata designado por una sola persona. Un político con probado y aprobado, con experiencia en el trabajo desde el territorio y no en el escritorio (frase discursiva ahora tan recurrente) que no haya tenido derrotas ni como candidato ni como responsable político en demarcación alguna, con el prestigio de honrar su palabra y cumplir compromisos, que sepa escuchar a la militancia y con la sencillez como para que cualquier persona lo pueda abordar en público y tenga la atención de por lo menos escucharla. Pero lo más importante, que llegue por consenso sino de todas, por lo menos de la mayoría de las expresiones políticas priistas en el estado. Queda claro que el priismo mexiquense nunca ha estado listo para ir a una contienda interna como sí lo está en otras entidades e incluso en el CEN, por eso, tienen que consensar en la mesa para no ir a las urnas. Luego vendrá la definición de las candidaturas, pero ese es otro tema, parafraseando al clásico. Nos leemos el próximo martes, raza…  Comentarios y mentadas: [email protected]