“Son 30 pesos con 20 centavos”, me dice la cajera de una tienda departamental en pleno centro de Toluca. “¿Desea redondear?” agrega una vez que le extiendo el billete. No, le respondo de inmediato. Gracias y agrega, “son 30 pesos con 50 centavos”.
Me parece que no escuchó. “Sí, pero no tengo 30 centavos para darle el cambio”, dice en tono entre autoritario y molesto. La entiendo doña, entonces sólo cobre 30 pesos. ¡No! ¿Poooor? “Porque esos 20 centavos los tengo que pagar en el corte”. Claro, ¿y la mejor alternativa es que yo pague no 20, sino 50 centavos? “Pues, son sólo unos centavos”. Podrían ser dólares, libras, euros o pesos, ¿por qué me los cobra si no lo autoricé? “Uy si por unos centavos se pone así”. Si porque finalmente es mi dinero y si quiero regalarlo, yo decido a quién. ¿Qué tal? “No pues, será como usted diga, pero no tengo 30 centavos de cambio”. Muy bien, le insisto que no redondeo. Sí, si tenía cambio.
LA RABADILLA DEL POLLO
Pollos en el tejado me dicen que algunos personajes ya fueron notificados de la conclusión del compromiso laboral con fecha del 1 de noviembre, para que vayan ahuecando el ala… Por supuesto, se informó, con el cobro de beneficios de ley y así. Algunas reacciones dejaron con la boca abierta. Más o menos las cosas han sucedido así. “Este, pues no, porque debo hablarlo primero con mi jefe”. “Bien, pues yo soy el titular y te comunico la decisión que hemos tomado”. “Pues sí, pero no”. ¿Cómo, algo no se entendió de la instrucción? “Sí, pero tengo que hablarlo con mi jefe -fulano de tal-“. Entiendo, pero él ya no es el titular del área, así es que sólo te estoy informando. “Pues, no me voy hasta que él no me lo ordene”.
De este tamaño, me dicen los alados que está la situación, así de arrogantes y agrandados. ¿Qué tal? Debo decirte que la instrucción es no engancharse con estas personas, y te adelanto que ya encontraron dónde está lo más delgado del hilo: el manejo de recursos los tiene nerviositos, pues hasta por encimita se ve todo lo mal hecho… Cierro pico. Shalom.