Con encuestas en mano, la senadora Beatriz Paredes Rangel está convencida que tiene la precandidatura, del revolucionario institucional, en el bolsillo. En sus primeras reuniones ya comenzó a esbozar que va por una alianza con partidos y sociedad civil.
Sin embargo, el futuro de candidatos consistentes es que tengan el menor sello político, más voluntad y trabajo dentro de la sociedad civil.
Este es un punto, hay varios aspirantes que aún le apuestan al viejo modelo de partidos con militantes y sin ciudadanos. Esa es la parte central en la que los partidos aliados no encuentran la fórmula para aglutinar grandes sectores, hasta ahora, separados de los partidos. Los partidos van por triunfos y no por la propuesta ciudadana.
Y es que, hasta el momento, no hay un mensaje claro de que los adversarios históricos de ayer, ahora, los une el interés colectivo por evitar visos de ruptura, pero la alianza opositora va lenta. Esa es otra realidad.
Lo que no se puede dejar de lado es que, en este momento, la oposición es una caballada flaca. El camino para hacerle frente a Morena es tener un candidato emanado de las filas de la sociedad civil. Ese es el verdadero rival de Morena, las clases medias, los profesionistas y universitarios. La oposición y los partidos deben ser solo el instrumento para fomentar un candidato con posibilidades amplias y alejado del poder partidista.
Pero Paredes Rangel va con el entusiasmo arriba, primero por vencer a Alejandro Moreno Cárdenas en una contienda interna, ya que para el bloque de senadores, la figura de Alito Moreno ya se convirtió en un tumor en las posaderas del PRI.
El segundo punto es convertirse en la primera mujer postulada por el revolucionario para la presidencia. Esa es parte de la trascendencia histórica a la que los políticos más avezados aspiran en su trayectoria. Sin embargo, el partido ya no motiva a los electores.
Aunque la exgobernadora tiene raíces políticas sembradas en el nacionalismo revolucionario, en la actualidad, el revolucionario institucional es sinónimo de neoliberalismo. Endilgado desde Palacio Nacional y rebozado en el discurso maniqueo para los creyentes de la liturgia mañanera.
Beatriz Paredes llama a la creación de un frente amplio, nacional, pero otra adversidad son las siglas del partido tricolor. No se trata de personalidades, las siglas les restan, no suman ni a su prestigio ni a la sobrevivencia de la Alianza va por México. En las encuestas, las siglas PRI se encuentran en lo más alto de los negativos. Si se suma que Beatriz Paredes, cuando fue candidata a Jefa de Gobierno en 2012, no logró hacer empatía con el electorado de la capital. Miguel Ángel Mancera la rebasó por mucho. Para su desgracia política, el PRI desde el año 2000 quedó borrado del mapa capitalino.
Ella tiene confianza en que la Alianza va por México, comience por un trabajo en el exterior. Entre dirigencias estatales de los partidos y ello la empuje hacia lo nacional. El trabajo no es menor, es ir a contracorriente, aunque el electorado ya cambió desde la primera derrota presidencial del PRI, hace más de dos décadas. La historia tampoco no repetirá un frente democrático como el que encabezó Cuauhtémoc Cárdenas. Hay hartazgo por la cuatroté, pero la lucha actual no es por la democracia, esa es la gran diferencia a 1988.