Tras una lenta y desordenada marcha, el presidente Andrés Manuel López Obrador, por fin definió, frente a sus huestes, su modelo político económico, llamado “humanismo mexicano” sustentado en las imágenes históricas donde se engancha la cuatroté, a libertaria de Miguel Hidalgo, la democrática de Francisco I. Madero y la republicana de Benito Juárez.
La apuesta histórica es la trascendencia a través de un modelo que se le reconozca con el impulso al humanismo y a la purificación de la vida pública desde la lucha anticorrupción. Aunque en la práctica es el choque de modelos.
Sin embargo, el modelo político-económico fue bautizado después de cuatro horas de marcha. Lo criticable es que el presidente López Obrador, retoma la esencia del modelo “humanismo económico” analizado y estudiado en los años 70 en el Centro de Investigaciones Económicas de Córdoba, en Argentina.
De acuerdo con la bibliografía existente: “hacia 1975, se comenzaba a trabajar, desde el modelo de la ciencia económica, esto es, utilizando el instrumental científico del análisis ortodoxo en la dirección apuntada por el CIEC —desde los principios— fundar una sociedad de, para y por el hombre, eso busca el Humanismo Económico como objetivo básico.
“Desde el análisis económico, privilegia temas tales como la distribución del ingreso, la pobreza, la marginalidad, el gasto social en educación, salud y vivienda, la presencia del territorio en la formulación de la política, el federalismo económico y fiscal para disminuir las diferencias históricas de las regiones dentro de un país como la Argentina, y ahora también en todos los países de América Latina”.
El tema fue tropicalizado y encaja en el modelo impulsado por la cuatroté desde 2018. Sin embargo, el principio lo basó, lo experimentó y problematizó de manera social en el llamado “proyecto alternativo de nación”. En 2005 comenzó a trazar una serie de redes de trabajo con comunidades marginadas y bajo el proyecto de marcar las grandes diferencias económicas sociales y la polarización de discurso de ricos y pobres comenzó a marcar el derrotero de un modelo, no nuevo, pero que comenzó con su gestación hace 16 años y ahora su aplicación.
De nueva cuenta, llegó el desdén a las mediciones económicas, ya que reiteró que lo importante no es lo cualitativo sino lo cuantitativo, aunque su discurso de objetivos en cuatro años se apoyó en los logros en materia económica, de infraestructura y desarrollo de los proyectos faraónicos.
Los señalamientos negativos al modelo de gobierno con rostro humano es que, el presidente lo instauró desde la polarización de la sociedad y la confrontación un país a lo largo de dos décadas. No desde las bases de la unidad nacional.
La disputa por el poder y la división de proyectos son los componentes que le dan al presidente las herramientas suficientes para defender un plan de gobierno desde el llamado humanismo mexicano. Aunque con su dosis de hiel derramada en una nación descompuesta, confrontada y que no fue llamada a la unidad, sino marcar las grandes diferencias sociales.