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Opinion

#Dobleces El caudillo naranja

La explicación más pueril de la crisis al interior de Movimiento Ciudadano, es la inexperiencia por parte del septuagenario dirigente y senador, Dante Delgado, para manejar un precandidato presidencial emanado de su partido de manera democrática. En las más de dos décadas de existencia del partido naranja es la primera vez en elegir un precandidato; el resultado fue una abigarrada preselección interna con un precandidato único, elegido desde la cúpula del partido.

La vida interna de Movimiento Ciudadano carece del mayor sentido democrático. El camino estuvo allanado para Samuel García y se simuló una convocatoria plural y ciudadana. Solo fue de relumbrón el registro de aspirantes a precandidatos. A final de cuentas nadie adicional pudo ser precandidato, por decisión cupular, solo Samuel García.

Desde su fundación, antes Convergencia y luego Movimiento Ciudadano, el ideólogo del partido, Dante Delgado, se negó por 20 años a probar una fórmula propia para la candidatura presidencial. Desde el año 2000 se enredó en un maridaje con el PRD, primero con Cuauhtémoc Cárdenas y luego con Andrés Manuel López Obrador como candidatos afines a su proyecto. En 2018, la candidatura presidencial de Ricardo Anaya en alianza con el PRD y PAN, y el jingle pegajoso interpretado por Yuawi López, hizo visible al partido naranja. Pero no ganó.

Cinco años después, Dante Delgado recula a su pasado y cierra el paso a un capítulo en su trayectoria de alianzas y prefiere apostarle a acuerdos convenientes. Acostumbrado a la concentración del poder aprendida en la vieja escuela priista, el dirigente eterno de Movimiento Ciudadano, mantiene a los principales liderazgos del partido naranja en una tensión interna incómoda. Ni crecen rumbo a 2024 y se encuentran subyugados a sus decisiones.

Dante Delgado, en un acto lleno de contradicciones habla de vencer a la vieja política. Sin embargo, él proviene de esa clase política. De la vieja escuela. Su historia como priista fue de ascendente al sótano. Su pasado como alumno de Fernando Gutiérrez Barrios es indeleble en su historia política. Eso es más antiguo que su partido. Es un partido manejado con discurso de nuevo, pero con prácticas del pasado. 

A lo que llama “la vieja política” es su propio pasado. Delgado Rannauro salió mal del PRI y guarda un profundo resentimiento. Con el PAN no obtuvo los mejores resultados en 2018 y del PRD fue comparsa por más de 18 años, hasta que la relación la reventó el choque entre Delgado Rannauro y su desplazamiento por parte del grupo compacto del presidente Andrés Manuel López Obrador.

Por esas, razones, en la actualidad, no puede concretar un candidato sólido rumbo a 2024. Entre sus odios, las venganzas y desencuentros, los objetivos políticos y democráticos se difuminan. Además, de confiar en la línea que le tiró el presidente Andrés Manuel López Obrador sobre apostarle a Samuel García, como posible abanderado, el partido naranja se encuentra sin brújula y en espera de que el caudillo decida el futuro del partido que reventó la democracia interna y jamás supo crear un candidato a la Presidencia de la República.

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