El disfraz de estratega le quedó grande a Francisco Chíguil Figueroa, exalcalde de Gustavo A. Madero y excoordinador de campaña de la jefa de Gobierno electa, Clara Brugada. Su lugar en la primera línea del gabinete de la Ciudad de México se le escurrió.
De la inconformidad por la falta de acuerdos a su conveniencia y estilo para acomodar a su consorte Beatriz Rojas, en un buen lugar de la encuesta para aspirar a ser alcaldesa de GAM, pasó al amago y luego a la protesta de brazos caídos el 2 de junio. A Chíguil Figueroa se le dio un papel relevante en la campaña de Brugada y la ambición política derrumbó sus proyectos.
La confrontación constante y golpeteo de baja intensidad, mantenidas en la precampaña por la alcaldía Gustavo A. Madero, marcó un choque entre Chíguil Figueroa y César Cravioto. Craso error. Con el tiempo fue la peor apuesta. Chíguil quedó relegado del primer círculo de la Jefatura de Gobierno; Cravioto fue designado Secretario de Gobierno.
La alcaldía del norte de la Ciudad de México, se convirtió en la tumba de la carrera de Chíguil. El poder lo enquistó y dominó sus instintos políticos. Su estilo de gobierno pasó a ser un cacicazgo. A ojos de la cuatroté, Chíguil ya no representaba la esencia del partido de las causas del pueblo. Por eso no figuró en el primer plano del gabinete.
Y es que sus nueve años al frente de la alcaldía, –incluida su etapa perredista– reforzaron su estilo opaco de gobierno. Quedó rebasado por las exigencias ciudadanas y desde el Gobierno de la Ciudad de México salían a su rescate para evitar que la alcaldía cayera en un descontento generalizado y en manos de la oposición. En 2021, ganó por un mínimo margen y retuvo la alcaldía; sin embargo, desde la cúpula morenista se acordó, para el proceso electoral del 2 de junio, impulsar a un candidato que garantizara una mejor pelea en la arena electoral y sacudir la imagen de perpetuidad de proyecto que amenazaba a la alcaldía.
Francisco Chíguil se volvió un personaje incómodo para una parte de quienes hoy, forman el gabinete legal en la Ciudad de México. Lo que inició como una estrategia de unidad de Morena de tener al exalcalde en la campaña, con el tiempo funcionó para extraer de la alcaldía al exdelegado y evitar que mantuviera el control político en la estructura de gobierno de la alcaldía y en las direcciones territoriales y cobrara venganza por perder su espacio de poder.
En su momento, la jefa de Gobierno electa expresó, con motivo de la presentación de su gabinete que “el servicio público es para transformar, no para administrar”, por ello ya no cabía Chíguil. Los nuevos tiempos demandan proyecto con nuevas ideas y no anquilosadas y, en el caso del exalcalde, con tintes caciquiles.
Israel Mendoza Pérez
@imendozape