La declinación de Alberto Anaya y el PT, de último momento, a favor del candidato morenista Armando Guadiana, al gobierno de Coahuila, confirma la debilidad política del histórico dirigente del partido de la estrella amarilla; su sumisión hacia la cuatroté y la traición como parte de su naturaleza política.
Desde la designación de Ricardo Mejía Berdeja, como candidato a la gubernatura de Coahuila, por el Partido del Trabajo, el riesgo de deslealtad por parte de Anaya Gutiérrez rondó por más de 50 días de campaña. Y se cumplió. Mejía Berdeja solo fue usado por el sistema político. Se le dio una candidatura cuando la operación del partido que lo arropó, siempre estuvo en su contra. El 4 de junio, las huestes petistas votarían en favor de Morena a pesar de tener un candidato “propio”. A final de cuentas, su voto al movimiento del presidente Andrés Manuel López Obrador es de los más duros desde hace 23 años y en esta contienda electoral no sería diferente.
Todavía el 24 de mayo, en sus redes sociales, el fundador del PT señaló: Nuestro candidato Ricardo Mejía Berdeja, amigo y compañero de lucha de décadas, ha estado a la altura de las circunstancias. Sostenemos que representa la única oportunidad de tener un gobierno en Coahuila que trabaje en beneficio de la ciudadanía”.
Seis días después, el silencio y la traición son usados por Anaya Gutiérrez en contra de su excandidato. El repliegue táctico se convirtió en una infidelidad anunciada. El PT está acostumbrado y condenado a ser el papel de partido satélite y tener una dirigencia cortesana.
Un ejemplo más de la disfuncional dirigencia de Anaya Gutiérrez se remonta al año 2009, cuando el Partido del Trabajo estuvo a punto de llevar de la mano con el PRI a Rodrigo Medina como gobernador de Nuevo León.
En aquella negociación, el PRI le había cedido tres de los 26 distritos locales y la candidatura por la alcaldía de Santa Catarina, a cambio de apoyar a su abanderado por la gubernatura, Rodrigo Medina. Sin embargo, el manotazo de Andrés Manuel López Obrador fue suficiente para que Alberto Anaya saliera de la alianza “Juntos por Nuevo León” y se acabara su negociación política. La presión por parte del entonces Frente Amplio Progresista, fue suficiente para reventar sus ambiciones.
Ahora, a 14 años de distancia, la declinación del petismo nacional a favor de Armando Guadiana, exhibe de cuerpo entero al dirigente histórico, Alberto Anaya. Sin ánimos de convertirse en un partido de izquierda más amplio y moderno, el PT se encuentra anacrónico y con una severa crisis de identidad. Mantiene su espíritu fundacional maoísta y al mismo tiempo añora el nacionalismo revolucionario. El partido es un pegote de distintas ideologías movido y motivado, en cada elección, por la política mercenaria y la elección de Coahuila es el ejemplo más claro.
El PT ya no es confiable. Su papel en la historia política de acompañante, y en ningún momento ha tenido la condición de protagonista. Ahora, en Coahuila tuvo la oportunidad y no quiso. Al final de la campaña electoral se vendió de la manera más burda.
@imendozape