La ambigua posición del presidente Andrés Manuel López Obrador frente a la Iglesia Católica, durante el sexenio, se agotó y ya no hay diálogo ni relación institucional. Grave error. En la recta final del gobierno de la cuatroté, los sacerdotes toman un papel protagónico en la pacificación en zonas de conflicto y con ello, sin decirlo, confirman la debilidad de la estrategia de “abrazos y no balazos”.
El principal brote de inseguridad desbordada se encuentra en el estado de Guerrero, gobernado por Evelyn Salgado. La violencia exacerbada obligó al arzobispo de Acapulco, Leopoldo González González, y los obispos de la Diócesis Chilpancingo-Chilapa, José de Jesús González Hernández, Dagoberto Sosa Arriaga de Tlapa y Joel Ocampo Gorostieta de Ciudad Altamirano a tomar la bandera de la pacificación que ni la gobernadora ni los alcaldes morenistas pudieron revertir. Los obispos abrieron diálogo y negociación entre los grupos del crimen organizado y así comenzó el complejo camino a la paz.
La cuatroté se encargó de ver a los integrantes de la Iglesia Católica más como adversarios que como aliados. Por ello, es que este año ya se agotó el diálogo con el gobierno federal y ahora se apuesta a la llegada de los candidatos presidenciales.
En 20 días se tiene prevista una pasarela de candidatos presidenciales con los integrantes de la Conferencia del Episcopado Mexicano. Ahí el mensaje angular para los abanderados, por parte de los obispos, será que la situación, en su próximo Gobierno, sin importar quién gane debe poner atención a la inseguridad y dar una solución.
En esta crisis, Evelyn Salgado, gobernadora protegida por el manto de la cuatroté, se encuentra rebasada por la delincuencia, el gobierno del estado de Guerrero es “fallido”. El dejar en manos de la iglesia la resolución de conflictos entre cárteles es una señal grave de que el gobierno estatal está desplazado y postrado. Si bien, un gobierno no puede dialogar con grupos criminales, debe poner en prácticas los instrumentos legales y de seguridad para combatir a las bandas delincuenciales y asegurar la paz para los habitantes.
Sin embargo, resarcir la relación con la Iglesia, a 103 días de los comicios federales, se vuelve indispensable para López Obrador, ya que la expresión “hipócritas” fue lo menos que se llevaron los sacerdotes, al señalar que la estrategia de “abrazos y no balazos” fracasó en el país desde 2022. Ahora, la realidad les da la razón ante la violencia desatada.
En su momento, Ramón Castro, obispo de Cuernavaca, y fuerte aspirante a la presidencia de la CEM para el periodo 2024-2027, soltó en su momento: “abrazos, no balazos’ es demagogia y, hasta cierto punto, complicidad”.
La forma es fondo y la cuatroté marcó distancia con la Iglesia Católica durante cinco años. El contexto electoral se suma a un momento álgido para la unión de fuerzas. Los grupos criminales encontraron mano blanda en la cuatroté y los obispos del país buscan diálogo hacia el futuro, no lo que ocurrió en un sexenio en el que se les canceló espacio para el diálogo.