La histórica derrota de la oposición en las urnas el 2 de junio, la desaparición del PRD —impulsor de las causas democráticas e incluyentes— y la amenaza de extinción de los organismos autónomos, son las señales claras de la consolidación de un nuevo régimen político y económico en el país. Durante los 90 días de campaña oficial y los meses previos, la oposición subió a Xóchitl Gálvez a una batalla contestataria a las mañaneras del presidente Andrés Manuel López Obrador y no evitaron la regresión histórica, ni pensaron en arrebatarle clientela.
Los dirigentes de los partidos de oposición, Alejandro Moreno, Marko Cortés y Jesús Zambrano, mordieron el anzuelo y fueron a la ofensiva directa de la narrativa desde Palacio Nacional y no supieron ir por los seguidores de López Obrador. Perdieron de vista que mientras se le aventaba más leña al discurso de polarización y de clasismos, por ambos bandos, se fortaleció la base del partido en el poder. El resultado son 35 millones de votos.
El país y la sociedad está en el umbral de un cambio y consolidación de un sistema que se caracteriza, por una uniformidad notable en la concepción de la meta de desarrollo político y económico. Al cual se le etiquetó como sistema de bienestar. Sin embargo, para tenerlo se comenzó a cimentar desde 2018 un régimen de partido hegemónico.
El triunfo en las urnas del partido en el poder significa que el nuevo liderazgo no necesariamente se centralizará en la presidencia. La oposición no supo leer al presidente. Cuando mencionó que se impulsaba una revolución pacífica, se construyó la base política para consolidar en más de una década como se aprecia, una herramienta de control político y eso es Morena.
Y es que el mensaje es claro. La derrota en las urnas significó que el sistema de partidos en México ya feneció. Y en el siguiente lustro se traza un poder sin contrapesos, ni equilibrios y mucho menos la división de poderes como se conoce hasta este año. Eso es dar el giro a la tuerca histórica y comenzar un nuevo modelo de gobierno. La cuatroté inició como un movimiento de refundación y moralización en el país, por ello, declaró misión cumplida con el reciente triunfo en las urnas. Con seis años sentaron las bases y con otros seis viene la consolidación. Tal y como se trazó desde Palacio.
López Obrador fue más sagaz que los tres partidos opositores juntos. Ganó con los programas sociales, ya que está probado que las clientelas electorales sí responden. No solo ahora, también en el pasado se movieron de esa manera, primero a través del Partido Nacional Revolucionario, como herramienta para consolidar el control político de la Revolución Mexicana.
Desde el día uno de su gobierno, López Obrador puso la trampa de la polarización y los partidos y la sociedad crítica a su gobierno la avivaron. A cada persona insultada durante cinco años y entrar en la confrontación, se fortaleció la base del presidente, no por ideología y ni por sus postulados, simplemente el discurso de odio se instaló en la sociedad.
Al que fortaleció fue al presidente López Obrador, ya que no se le restaron votos ni seguidores. Y lo que se provocó es la ecuación simple, de que en política, el insulto no es un argumento y aleja del debate.
Israel Mendoza Pérez
@imendozape