En las postrimerías del sexenio, el presidente Andrés Manuel López Obrador, entró en la etapa de desactivar los enojos de sectores golpeados durante su sexenio desde el púlpito de la mañanera. Su reciente acercamiento con los obispos forma parte de esa estrategia de cicatrización. Aunque, en el recuento de los daños, la cúpula católica se mantiene escéptica y distante. El encuentro fracasó.
Resarcir la relación con la Iglesia, a siete meses de los comicios federales, se vuelve indispensable para López Obrador, ya que la expresión “hipócritas” fue lo menos que se llevaron los sacerdotes al señalar que la estrategia de “abrazos y no balazos” fracasó en el país desde 2022. Ahora, es allanar el paso al partido en el poder, pues se encuentra en la antesala de salir a las calles y buscar el voto en nueve entidades y la elección presidencial.
Y es que, detrás de la reunión con los integrantes de la Conferencia del Episcopado Mexicano, está la mano de César Yáñez, subsecretario de Desarrollo Democrático Participación Social y Asuntos Religiosos de la Segob; personaje clave de este gobierno e incondicional del presidente. De trato afable y lealtad a ciegas al Presidente, sabe que los integrantes de la Iglesia Católica son un sector de influencia social.
Sin embargo, la reunión no tuvo declaraciones de relumbrón, como esperaba el subsecretario. Todo quedó en una respuesta sucinta por parte de la CEM al señalar que el Ejecutivo federal “habló de los temas que suele presentar en sus informes durante sus conferencias”. Ese mensaje lacónico dejó a la deriva los esfuerzos del subsecretario.
Además, el mensaje, de distanciamiento fue claro al no estar presente monseñor Ramón Castro, secretario general de la CEM. López Obrador fue a expresar un monólogo y lo hecho por Yáñez Centeno se cayó. Los sacerdotes entienden que el partido en el poder adelanta tiempos políticos. Y los tiempos de la Iglesia no son los tiempos del Presidente.
En su momento, Ramón Castro, obispo de Cuernavaca, y fuerte aspirante a la presidencia de la CEM para el periodo 2024-2027, soltó en su momento: “abrazos, no balazos’ es demagogia y, hasta cierto punto, complicidad”.
La forma es fondo y la cuatroté marcó distancia con la iglesia católica durante cinco años. Su principal contacto con este sector es el polémico sacerdote Alejandro Solalinde. Pero con el asesinato de los jesuitas Javier Campos y Joaquín Mora hace más de un año, el Presidente endureció su posición y distorsionó el mensaje, mientras se le pidió una revisión a su plan de seguridad, López Obrador propaló la idea de que la Iglesia demandó un cambio. La semántica es otra. Esta ruptura con la Iglesia es costosa y no se recompone. Los obispos del país buscan diálogo hacia el futuro no lo que ocurrió en un sexenio en el que no tuvieron espacio para el diálogo. Además, de que todo se perdió a raíz de la polarización en la que se encuentra la relación Iglesia-Estado.