Aquella promesa de regresar a las Fuerzas Armadas a los cuarteles se convirtió en un gran engaño. Los militares, no sólo se quedaron en las calles, se convirtieron en la columna vertebral del gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador y en la base de poder político y, ahora, se perfila a lo económico para la cuatroté.
La disposición de personal castrense para las obras trascendentales de este gobierno, se traduce en la fortaleza de un gobernante que fue maltratado por el pasado e incomprendido por el presente. Al tiempo que convierte lo militar en su brazo político y comienza a extenderse a una figura económica y fiscalizadora. Con ello, tiene la diáda perfecta.
Desde la Secretaría de Hacienda, encabezada por Rogelio Ramírez de la O, se alista un fideicomiso para que todos los recursos financieros de la Agencia Nacional de Aduanas de México (ANAM) pasen a ser manejados por elementos de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), lo cual cumple una de las principales sospechas desde que se anunció la integración de militares en la reciente agencia creada.
Y es que desde su nacimiento de la mano de la cuatroté, señala que la ANAM podrá contar con personal que pertenezca o haya pertenecido a las fuerzas armadas, esto con la intención de fortalecer la seguridad nacional en los puntos de acceso al país.
La nueva Agencia Nacional de Aduanas de México que inició operaciones a inicios de 2021 y tiene un presupuesto asignado es la nueva manera de enmascarar un proyecto político-económico a través de una institución en la que se puede reservar información sensible a través de la seguridad nacional. De esta manera, la creación de la agencia, no sólo se trataba de mejorar la seguridad, sino que, a cuentagotas apoderarse de un centro neurálgico de recaudación fiscal.
Esto en palabras simples y llanas es que ni hojas, clips o un simple lápiz, se podrá comprar si no es por orden militar, así como cada centavo que entre por cualquier aduana del país, irá a parar a manos de los elementos castrenses y por supuesto, pasarán por el tamiz de Luis Cresencio Sandoval, secretario de la Defensa Nacional.
Por ello es que no sólo las tareas de seguridad, de creación de obras de infraestructura, sino que se le atribuyen tareas fiscalizadoras. El espíritu y la tarea del Ejército es otro. Distorsionado desde la Presidencia de la República, al querer otorgarle facultades que no le corresponden. Ahora, se corre el peligro de corromper y poner en duda la credibilidad de una de las instituciones más confiables del país.
A final de cuentas, militarizar ciertas actividades económicas pone en riesgo otros componentes tangenciales, lo primero distrae a las Fuerzas Armadas de su principal objetivo que es la seguridad nacional y, en segundo, le resta espacios a la iniciativa privada. Estos espacios pudieran aprovecharse para estimular el crecimiento y la inversión en el país ya que ese es uno de los objetivos primigenios de las aduanas, la comercialización.