La historia actual no le hará justicia a la senadora Beatriz Paredes ni a los cuatro priistas interesados en buscar la candidatura presidencial. La senadora Claudia Ruiz Massieu, el diputado Ildefonso Guajardo y el académico Enrique de la Madrid, cargan con el estigma del sexenio pasado; mientras que José Ángel Gurría, exdirector de la OCDE ni siquiera figura en las mediciones de las casas encuestadoras.
Paredes al ser educada políticamente, en la vieja escuela priista, se queda en la institucionalización y en la disciplina partidista. Su crítica al interior siempre está encriptada.
Alejandro Moreno Cárdenas, dirigente del PRI, ya pactó con el PAN. Acordó extender su estancia en la silla principal del partido tricolor a cambio de tener apoyo en sus decisiones y amarrar un acuerdo cupular con los dirigentes Marko Cortés, del PAN, y Jesús Zambrano, del PRD. Pacto por demás conocido. El blanquiazul pondrá las reglas del juego para definir al abanderado presidencial. Los priistas están anulados.
Beatriz Paredes declaró —por segunda ocasión— de manera abierta su interés de contender por la candidatura a la presidencia en 2024. Sin embargo, tampoco es la candidata ideal para lo que ella calificó una competencia electoral “feroz”. Ella se apunta y esboza el slogan con el que comienza a trazar su marca: “es la hora de las mujeres”.
Sin embargo, aunque la exgobernadora tiene raíces políticas sembradas en el nacionalismo revolucionario, en la actualidad, el Revolucionario Institucional es sinónimo de neoliberalismo. Endilgado desde Palacio Nacional y rebozado en el discurso maniqueo para los creyentes de la liturgia mañanera.
A Moreno Cárdenas le conviene que el PRI esté debilitado ante los electores. Así justifica que el PAN lleve mano y le den la razón. Para ejemplo de ello, Beatriz Paredes, ya no está en la misma sintonía política que demanda discursos actuales ni despertar el interés de un electorado joven que identifican al PRI como sinónimo de crisis políticas y económicas.
Beatriz Paredes, cuando fue candidata a Jefa de Gobierno en 2012, no logró hacer empatía con el electorado de la capital. Miguel Ángel Mancera la rebasó por mucho. Para su desgracia política, el PRI desde el año 2000 quedó borrado del mapa capitalino.
Ahora, el escenario no es tan distinto, Paredes Rangel fue forjada en la escuela del viejo PRI, la de los mítines gigantescos, la de la parafernalia y el acompañamiento de los sectores que conformaron los pilares del PRI. Hoy solo quedan las ruinas. Su primer destape presidencia fue para 2006. Aunque en esa etapa política no estaba del todo convencida. En un juego dialéctico y encriptado que se utilizaba décadas atrás entre la clase política, ella suelta la frase retórica: “no soy una mujer de cargos, sino de causas”.
En las postrimerías de su carrera, ella busca convertirse en la primera mujer postulada por el Revolucionario para la presidencia. Esa es parte de la trascendencia histórica a la que los políticos más avezados aspiran en su trayectoria. Sin embargo, el partido ya no prende y está en vías de la extinción y si no postula a una mujer desaparecerá sin haberse ajustado a los nuevos tiempos, pero además, ella no es bien vista por la cúpula de su propio partido.