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Opinion

El arte del disimulo

Si alguien conoce profundamente el arte de la crítica y del disimulo es el señor Andrés Manuel López Obrador, quien se distingue por su acertada verborrea que encanta, gusta y genera adherencias en amplios sectores de la población, sobre todo en aquellos que se sienten agraviados por los deslices, hurtos, saqueos, y desastres organizados por quienes desde las principales fuerzas políticas se han encargado de empobrecer a los mexicanos.

Y no es que el tabasqueño sea distinto a esos que tanto critica, simplemente es que para los desprotegidos, el señor López significa la esperanza para poder lanzar los gritos de la inconformidad.

Hay que señalar que el tabasqueño se ha especializado en identificar aquellos problemas o circunstancias denigrantes que han sido originadas por la ineficiencia gubernamental, como también por el hurto y el saqueo organizado por los principales partidos del país. Claro está que como siempre ocurre, cuando alguien decide pasarse al bando en el que milita el señor López, de inmediato se olvidan los pecados y se perdonan los agravios, con la única condición de que lancen críticas a lo que tan bien conocen y que en su momento encabezaron.

La decencia que tanto pregona el señor López Obrador no existe, o es lo que menos le importa porque él se encarga de perdonar pasados, agravios, olvidos y conductas corruptas a cambio de adhesión, fidelidad y lealtad. Al más puro estilo cristiano, doctrina religiosa que practica, es el hombre que sabe que perdonando obtendrá mayores lealtades y podrán hacer lo mismo que hicieron en otras latitudes.

El tabasqueño no es ese mesías que tantos describen, es un simple terrenal con ambiciones y defectos como cualquiera, pero lo que lo hace diferente es que su credo se adopta y se obedece para llegar a la gloria terrenal como llama al gobierno que encabezó en la Capital de la República. Mantener el discurso del robo de la presidencia del país para seguirlo saqueando y hurtando es creíble para amplios sectores de esa sociedad agraviada por los excesos de quienes administran nuestra desgracia.

Ahora resulta que la guerra contra el narco ha causado un millón de víctimas, y así lo pregona maldiciendo los últimos 10 años de gobiernos en el país, en los que también se incluyen aquellos que lo llevaron a la Jefatura de Gobierno de la Capital de la República, que son los verdaderos peligros para México. Cuando señala que hoy a los jóvenes y al pueblo ya no se les engaña tiene mucho de razón, porque la verdad es que amplios sectores poblacionales están cansados y hastiados de nuestros gobernantes. Al tiempo.

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