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Opinion

El blanco perfecto

Si algo tiene que agradecer Andrés Manuel López Obrador tanto a priistas, panistas como a perredistas es que hayan convertido al Presidente de la República en el blanco favorito de tirios y troyanos.
Para decirlo de otra forma, cualquier problema que surja en el país en lo que resta del sexenio, el costo lo tendrá que asumir Enrique Peña Nieto a causa de su tremenda impopularidad después de la cadena de errores que se han venido acumulando en las últimas semanas.
Pero han sido dos los eventos que lo han situado en los niveles de desaprobación más bajos de su gestión: el gasolinazo y la llamada que tuvo con el presidente norteamericano respecto de la posibilidad de que Estados Unidos envíe a sus Fuerzas Armadas para combatir al crimen organizado en nuestro territorio. Pareciera que después de la cadena de errores y horrores ahora cualquier indicio de negociación resultará muy costoso para los tricolores.
Las violentas reacciones surgidas a partir de que se dio a conocer el alza en los combustibles fueron articuladas milimétricamente por grupos entrenados y preparados, además de operadas sin margen de error, lo que habla de la poca previsión de la estructura de seguridad nacional para prevenir posibles reacciones de inconformidad. Nunca lo esperaron y tampoco supieron cómo amainar el encono que se fue incrementando tanto en las calles de la Ciudad de México como en la zona conurbada con los estados de México, Hidalgo, Puebla y Morelos.
La Policía Federal resultó insuficiente no solamente para contener, sino para aprehender a los posibles instigadores.
También fue ineficiente el despliegue del Centro de Investigación y Seguridad Nacional porque nunca tuvieron un diagnóstico acertado de lo que podría ocurrir, calificando como bajo riesgo las consecuencias de dicho incremento.
Una vez más se demostró que los amigos del Presidente no han sido los eficientes funcionarios que necesita el país.
Mucho le ha costado a Enrique Peña Nieto lo complaciente que fue con esa generación de jóvenes ladrones y saqueadores que llegaron a la mayor parte de los gobiernos estatales, y que han dejado las finanzas en quiebra por sus excesos personales y la falta de experiencia para gobernar y administrar. A ello hay que sumarle que la mayor parte de la provinciana clase política tricolor tiene la misma defectuosa formación de quienes integran el primer círculo presidencial.
Si el presidente Enrique Peña Nieto quiere entregar cuentas regulares en lo que resta de su mandato, y darle la posibilidad a su partido de que pueda formar parte de una alianza para detener a López Obrador, tendría que meter de inmediato a la cárcel a sus principales amigos, porque de lo contrario, si el tabasqueño se hace con el poder, no perderá la oportunidad de cargarle a él todas las culpas, con todo lo que ello implica. Hacerlo o no hacerlo es de libertad o cárcel. Al tiempo

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