La historia nos ha ido demostrando que siempre hay factores listos para producir una explosión.
Sin embargo, los únicos que no huelen el olor a pólvora normalmente son aquellos que tienen la responsabilidad de conservar el orden de un país.
Si observamos las ocasiones en las que un régimen ha caído, nos daremos cuenta de que el dirigente siempre es el último en enterarse de que los datos apuntaban a que todo acabaría mal.
Ahora estamos viviendo un momento especialmente curioso en el que se ha desatado un incendio social que va más allá de nuestra situación habitual de incertidumbre generalizada. Porque este incendio está rodeado de otros que se están presentando en varios países donde al final del día lo que está fallando son los sistemas de gobierno.
La democracia sigue siendo el mejor sistema, pero no garantiza que una vez que se vote por alguien, no resulte ser más incompetente que su antecesor, con lo cual terminamos por sembrar un camino de frustración, corrupción e impunidad.
En ese sentido, ¿qué podemos decir de México? ¿No había otra manera de hacer las cosas? Supongo que no.
Y es que, respeto a nuestro secretario de Hacienda me parece un hombre que tiene el dominio, pero sobre todo la humildad política necesaria para conectar con su pueblo, por eso considero muy desafortunado que él sea el primer perjudicado de esta jugada a la ruleta rusa que está haciendo el Estado mexicano a través del llamado gasolinazo.
Puesto que ahora sólo hay dos salidas, o nada estalla y el Gobierno tendrá muchísimo dinero para ganar las elecciones que no puede perder como la del Estado de México; o todo sale mal y habrá una primera víctima que se llamará José Antonio Meade.
Intentar apagar el incendio social por medio del gasolinazo es un grave error y muchas veces se es tan culpable por acción que por omisión, pero sobre todas las cosas seguimos sin tener un plan nacional o una alternativa económica para la situación actual de Pemex, que no podemos cambiar sólo con incrementar la deuda del país.
Las revoluciones se detonan cuando el malestar social alcanza a la clase media, la misma que en Estados Unidos empezó a ser castigada a finales de los años 90 con Clinton, la que sufrió la pérdida de sus casas tras el estallido de la crisis económica de 2008 y la que nunca perdonó que la clase política no asumiera ni la responsabilidad, ni las consecuencias de esa situación.
Después la solución se llamó Donald Trump, una era que comenzará este 20 de enero.
Pero ahora, ¿alguien en el Gobierno mexicano sabe lo que está haciendo?