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Opinion

El padrón asesino

Ya es innegable, hay guerra en el PAN. Y a medida que nos vayamos acercando a la definición del nuevo poder en 2018 con las 11 gubernaturas que tienen hasta el momento, la batalla entre panistas se irá agudizando.

Y es que, una cosa es haber alcanzado el triunfo con siete gobernadores el pasado 5 de junio en una coalición conjunta con el PRD, y otra muy diferente es sentirse panista.

Ahora andan en guerra porque hay un botín de por medio, andan en guerra porque hay algo que repartir y andan en guerra porque una cosa es estar en el momento oportuno y adecuado en un sitio donde todo te va a favorecer, y otra cosa es alterar el padrón de sus militantes.

El padrón del PAN ya se ha convertido en una trampa mortal. Es más, a través del padrón se venden tres o cuatro veces los mismos apoyos a compradores diferentes.

Quien maneja el padrón maneja el voto, y quien maneja el voto maneja la posibilidad de ser elegido como candidato a la Presidencia.

En ese contexto, Margarita Zavala y Rafael Moreno Valle están de acuerdo en una cosa: no apoyan ese padrón.

Puesto que ese padrón significa el poder de Ricardo Anaya y aquella coyuntura en la que él encontró en el manejo del presupuesto público a través del entonces secretario de Hacienda, Luis Videgaray, la posibilidad de controlar a sus gobernadores y de perfilarse como un candidato en un acuerdo de largo plazo con la parte peñista que representa Videgaray.

Sin embargo, la vida real nunca se parece a los planes, y en política hay que estar muy atento para observar cómo se mueve el entorno y anticiparse dos pasos en el camino por donde avanzará.

No hay nada más humano que la política, aunque a su vez el equilibrio real de la condición humana está basado en el alma y en las entrañas.

Y en ese sentido, hay que saber que comenzó la cuenta regresiva, ya que un ambicioso presidente del PAN, teniendo como arma, por una parte, su fuerza y sus amigos del Gobierno Federal, y por otra, el manejo del padrón como una fuente inagotable de gestión y manipulación política, está llegando a su fin.

Anaya no podrá usar ese padrón para autoimponerse, porque ya es un padrón que nadie quiere aceptar y que ha terminado por convertirse en el instrumento del partido que ahora lo perfila más como el sistema comunista de la antigua Unión Soviética, que como aquella república liberal con principios, creencias y valores que el PAN siempre ha querido tener.

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